Se decretó el estado de alarma el día de su boda y se casaron por la ventana

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Alba Díaz, el alma de la empresa de organización de eventos Frida Kiwi, tenía hasta las mesas puestas y cerró el local con todo ya montado

17 mar 2020 . Actualizado a las 11:05 h.

Su vida es planificar bodas. Hacer realidad todos los sueños del día más importante para una pareja. Controlar el más mínimo detalle, ocuparse de que cada cosa esté en su sitio, de que los novios solo tengan que dedicarse a disfrutar y de hacer de cada evento algo diferente y especial. Es una de las wedding planner más solicitadas del país y jamás llegó a imaginarse que justo el día en el que ella tenía que protagonizar su «sí, quiero», justo ese día, se iba a decretar el estado de alarma en todo el país. Una fecha histórica para todos, pero mucho más para Alba y Dani. Su boda en un lugar secreto para los invitados iba a ser «increíble, diferente, brutal», en sus propias palabras. Finalmente se casaron, sí. Ya en confinamiento y por la ventana. Porque el final de algunas historias solo depende de la actitud. Pero empecemos por el principio.

Alba y Dani tras «casarse» por el balcón
Alba y Dani tras «casarse» por el balcón

La novia es la directora de Frida Kiwi, una reconocida empresa de organización de eventos. La suya no iba a ser una boda normal. Ni lo iba a ser, ni lo fue. Todo comenzó a planificarse hace nueve meses. El lugar, Monforte de Lemos. Lo demás era una sorpresa. «No encontrábamos ningún espacio que nos describiera, que tuviera nuestra esencia. Al final, dimos con el lugar ideal», explica desde su casa Alba Díaz. Un espacio que llevaba doce años cerrado. La primera limpieza llevó cinco días a un equipo. Hace un mes se pasaron de nuevo otras tantas jornadas poniendo a punto la nave. «Modificamos todo. Las paredes, el suelo, alquilamos mesas y sillas, llevamos las cocinas. El montaje de la decoración lo empezamos hace 15 días porque era un trabajo tremendo. El desmontaje lo teníamos planificado para una semana y media», explica el alma de Frida Kiwi.

La boda se preparaba al mismo ritmo que comenzaban a subir los contagios en España. «El jueves, mientras me probaba el vestido en Lugo, fue mi primer gran choque de realidad. La cosa se estaba poniendo fea, cada hora la información iba cambiando y siempre para peor. Volví a Monforte, con el montaje de las flores prácticamente terminado. Estaba todo hecho. Ese día decidí cambiar un poco el plan. La ceremonia iba a ser en la Plaza de Abastos y luego todo el convite en el otro espacio. Decidimos trasladarlo todo allí», recuerda. Alba comenta que todo parecía estar tranquilo en la zona, que se sentían seguros, pero el viernes por la mañana todo cambió. «En cuanto nos despertamos se nos cayó el mundo encima», reconoce.

Casi toda la gente había llegado. Todo estaba montado. 190 invitados. «El viernes por la mañana, antes de que anunciaran el estado de alarma, cancelamos todo. Fue un momento de rabia, de impotencia, de una tristeza profunda. Todo el mundo estaba destrozado. Aunque también sentimos una sensación de alivio porque había mucha gente dependiendo de nosotros», cuenta.

«Fue todo muy rápido porque aún no sabíamos qué tipo de restricciones al movimiento se iban a aplicar. Así que cerramos la puerta con todo allí montado y, por qué no decirlo, con todo ese dinero ahí dentro. A la gente le tenemos que pagar porque nuestra boda estaba ya lista. No la cancelamos o la retrasamos con tiempo. Era al día siguiente. Cuando digo todo es todo», y a Alba no le llegan los dedos de las manos para enumerar todo lo que a día de hoy sigue allí, en el espacio de sus sueños: las mesas colocadas, el montaje eléctrico, la iluminación, las cocinas de alquiler, vajilla, servilletas, las minutas, el nombre de cada invitado en cada plato, las flores y las plantas., la mantelería alquilada y el photocall. Absolutamente todo. «Cerrar la puerta del local con todo montado fue desgarrador. Para mí y para todo el equipo». Los novios no saben si, finalmente, podrán llegar a celebrar esa boda soñada.

Ese día todo fue muy rápido. Sin mirar atrás todo el mundo volvió a su casa. Alba y Dani a su piso de A Coruña. «Este sábado, el día de nuestra boda, nos levantamos desubicados. Tuvimos que asimilar muchas cosas en muy poco tiempo. Mi novio me dijo, ¿y si nos casamos por la ventana? Pero, la verdad, no teníamos ánimo», reconoce. Entonces algo cambió. Sus amigos comenzaron a mandarles fotografías: todos se pusieron la ropa que tenían preparada para la boda, trajes, vestidos, maquillaje. Luchar contra el coronavirus con los tacones puestos. Todos con mensajes de ánimo. «Ahí lo decidimos. Solo conocíamos a la vecina de enfrente y le pedimos que nos grabara. El resto fueron todos espontáneos. Yo ni siquiera tenía el vestido aquí y mi novio tampoco tenía el traje. Me puse la bata que yo misma me había hecho para cambiarme el día de la boda», cuenta emocionada. Los vecinos, al verlos, comenzaron a salir por la ventana. Uno de ellos «ofició la boda»: «Alba, ¿quieres a Daniel como esposo?», gritó asomándose desde el piso de al lado. Mientras, las luces y las ventanas comenzaron a abrirse. La novia hasta lanzó el ramo y los aplausos inundaron el barrio. Esta es la historia de una boda por la ventana en medio del confinamiento. «Ahora nuestra luna de miel la pasaremos en este piso mientras sea necesario».