El eclipse ya pasó... muy a tu pesar

SOCIEDAD

basilio bello

Durante el fenómeno astronómico hemos podido perder un puñado de gramos. Y tiene su explicación

30 ago 2017 . Actualizado a las 07:56 h.

Este 21 de agosto hemos podido sentirnos más ligeros y perder un puñado de gramos por obra y gracia del eclipse solar; tal y como se encargó de difundir y divulgar la NASA.

Antes de nada es pertinente recordar que el peso ?el que marca la báscula- es el producto de nuestra masa por la gravedad (P = m x g). Dicho lo cual, ahora sí, ya podemos entrar en materia: como bien explicaba la agencia espacial en su sitio web, la circunstancial pérdida de peso vino motivada por la posición y distancias relativas de sol, luna y Tierra durante el fenómeno. Ya que la fuerza de la gravedad que experimentamos es la combinación de la atracción gravitacional que cada uno de estos cuerpos masivos ejerce sobre cada uno de nosotros. Y ésta a su vez depende inversamente del cuadrado de la distancia entre el masivo cuerpo atrayente y el sujeto atraído. O, de un modo más asequible, que dicha atracción disminuye conforme aumenta la distancia entre ambos.

A lo anterior hay que sumar ?más bien restar- la fuerza centrifuga derivada de la rotación de la Tierra, que nos empuja hacia fuera (De hecho, una fuerza análoga a la que sientes cuando subes una atracción de feria tipo Bailarina o Gusano loco, que te proyecta hacia fuera y te aplasta contra el extremo más alejado del habitáculo). Y que, por consiguiente, se opone a la gravedad terrestre, que tira de nosotros hacia dentro/abajo.

Pero, como se dice por estos lares, pasó el día y pasó la romería.

No obstante, y a la vista de la expectación y expectativas que despertó este tan agradecido como fugaz efecto, urge aclarar que no es necesario esperar al próximo eclipse para someterse a un tratamiento de adelgazamiento gravitacional. De hecho, podemos disfrutar de ello durante más tiempo e incluso de forma permanente cada vez que viajamos o si nos mudamos a una región más ecuatorial. Consecuencia de que la Tierra no es una esfera perfecta, sino que está achatada. Y, como ya se había anticipado, la atracción gravitatoria depende inversamente del cuadrado del radio terrestre. Lo que supone que varía con la latitud (además de con la altitud, es decir, la orografía) aumentando conforme uno se desplaza del ecuador (donde es mínima, porque el radio terrestre es máximo) a los polos (donde resulta máxima).

A nuestro favor juega asimismo que la velocidad de rotación -sí, la responsable de la fuerza centrífuga «antigravitatoria»- tampoco es uniforme sino que igualmente varía con la latitud, resultando máxima en el ecuador y nula en los polos ?claro, el polo o punto por el que pasa el eje de rotación, por definición, no rota-. Como resultado, la gravedad en el ecuador se queda en un ligero valor de 9,78 m/s2, en Barcelona 9’80, en Berlín 9,81 y en el Polo 9,83 m/s2.

Resuelto el dilema, y para evitar ser pesado, urge hacer una escapadita al Caribe.