Colombia y el baile

Ángel Carracedo
Ángel Carracedo CIENTÍFICO

SOCIEDAD

Igual que en España las parejas se conocen hablando o en Suecia telepáticamente, porque ni hablan ni se tocan, en Colombia lo hacen bailando

09 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo el mundo que me conoce sabe de mi debilidad por Colombia. Más que por Colombia por los colombianos, que son el pueblo más afectuoso y hospitalario de la tierra.

Sin embargo yo no creo que pudiese vivir allí y desde luego si lo hiciese me quedaría sin moza con seguridad y el problema es el baile.

En Colombia el saber bailar es esencial para poder vivir y relacionarse. Yo creo que su lenguaje es más bien corporal, el contacto físico es importante y es su manera de comunicarse.

Igual que en España las parejas se conocen hablando o en Suecia telepáticamente porque ni hablan ni se tocan, en Colombia lo hacen bailando.

Da igual lo que hablen porque el ruido es tan fuerte donde se baila que aunque hablen no se entienden, pero si es importante como bailas. Ahí se transmite todo. Yo creo que hasta los pensamientos los pueden transmitir así.

Una amiga mía colombiana tenía dos hijas, una que bailaba estupendamente y otra que se negaba a hacerlo. A los trece años después de ir a una fiesta con sus amigos, volvió llorando a casa, y le dijo a su madre: «Por favor mamá, enséñame a bailar: ¡hice el ridículo!».

Desde niños los colombianos aprenden a mover los hombros pegados a una pared y desarrollan músculos que no tenemos el resto de los mortales.

Yo soy inútil bailando. Allí en Colombia es como ser paralítico y mudo. Me encanta ver bailar pero cuando lo intento sufro porque no si es que mi cerebro no procesa el ritmo o mis pies tienen vida propia y siguen otra cosa, pero me puedo pasar las horas viendo bailar a la gente. Pero allí en Colombia no basta y hay que bailar. No entienden que puedes no saber hacerlo.

Hace poco fui a una fiesta tras un curso multitudinario de cerca de mil estudiantes. Era mediodía en Bucaramanga y hacía mucho calor. Nos llevaron a un gran local con mesas corridas donde todo el mundo tomaba un bocata y alguna bebida. Ya en las mesas la gente se movía al son de una música imaginaria: ¡estaban calentando como los jugadores antes de los partidos! Al cabo de un rato se oyó un grito y una explosión de júbilo global : ¡LA PAPAYERA!.

Era una orquestilla con apenas dos o tres instrumentos que llegaba. Ahí empezaron a moverse todos como solo se pueden mover en Colombia y bailaron, bailaron y bailaron durante horas. ¡Y como bailaban! Como me quieren mucho y veían que yo era minusválido en el tema, me trataban con cariño y todos querían que bailase. Era como querer ayudar a un parapléjico a andar. Yo saltaba más que bailaba y miraba admirado como era posible que no sudasen, con lo que se movían. Yo reto a cualquier maratoniano europeo a que intente seguir la marcha durante un día de una colombiana. Estoy seguro que a las cinco horas pide papas o revienta.

De todos los países del mundo Colombia es donde más y mejor se baila. Son todos profesionales y algunos tan superprofesionales que si te sacan el ridículo si que es total. Cuando me dicen la gente que en Brasil o en Cuba se baila bien es que no han estado en Colombia. Allí el baile lo es todo pero yo solo respiro aliviado cuando algún amigo compadecido me saca del follón diciendo: «Doctor ¿le provoca una limonada o un juguito?».