Verino y Domínguez llenan Cibeles de alegría y elegancia

alejandro posilio MADRID / LA VOZ

SOCIEDAD

Los dos modistos gallegos muestran sus diseños en la primera jornada

17 sep 2011 . Actualizado a las 10:53 h.

Los dos diseñadores gallegos de más éxito internacional, Roberto Verino y Adolfo Domínguez, llenaron de alegría y elegancia la primera jornada de Madrid Fashion Week, con colecciones de primavera verano vivas, vistosas y muy ponibles.

El ourensano Verino inauguró la 54.ª edición de la pasarela madrileña. Y eligió una colección viajera, que potencia el look safari, donde los adornos étnicos y las maletas y bolsos de viaje adquirieron un valor muy destacado. En una pasarela flanqueada por dos palmeras tropicales, y bajo sonidos de la selva, el modista gallego diseñó una mujer y un hombre en busca de la libertad y la satisfacción que da el viajar a cada paraíso individual.

Con una colección muy renovada, la naturaleza y el auge del ecoturismo le inspiran cada silueta, cada elección de los materiales y de la paleta cromática, dominada por los colores de la tierra, ocres y marrones, así como de la arena de la playa y los estampados vegetales. Con unas formas en las que la funcionalidad y la comodidad son lo primordial, fusiona cortes y tejidos para una mujer sensual y un hombre viajero.

Verino optó una vez más por tejidos naturales, como linos, algodones y sedas, con acabados muy especiales, como lavados, para romper la estructura rígida del lino, y lograr prendas muy adaptadas al cuerpo. Llamaron la atención las cazadoras de napa, con aire bohemio gracias a las flecos de los hombros; así como los jerséis anchos y cómodos de punto gordo. La noche, siempre más sofisticada, con vestidos largos y vaporosos.

Inspirada en California

Por la tarde le tocó el tuno a la familia Domínguez, pues el padre, Adolfo, diseñó las creaciones de los chicos, y su hija Tiziana, las de las chicas. Fue una colección inspirada en la California de Los Beach Boys, alegre, divertida, al mismo tiempo que muy femenina. Con el lino como bandera, tanto en liso como estampado, ella marcó las cinturas, dio vuelo a las faldas y creó asimetrías que resaltan la feminidad. En tonos blancos y pastel, mezclados con turquesas, rosas y amarillos, Tiziana trasladó las libélulas de sus cuadros a las telas de sus modelos.

La camisa y el vestido camisero dominaron, pero de una forma reinventada, con superposición de prendas y volúmenes modernizados. En ellos destacaron los monos, las parkas con cinturas fruncidas, las bermudas cargo, los pantalones pitillos y las camisas de cuello amplio. Pero sobre todo, el chaqué de lino azul, que enamoró a más de uno. Al final, el abrazo del padre, que vio el desfile desde la primera fila, y la hija selló el éxito del trabajo bien hecho.