Galeones, dornas y veleros zarpan en pos del tesoro pese al débil viento
22 ago 2011 . Actualizado a las 11:03 h.Felipe II no envió a sus barcos a luchar contra los elementos. Tampoco el Club Náutico San Vicente do Mar mandó ayer a la veintena larga de embarcaciones clásicas y de época que participaron en su cuarta concentración anual a combatir la ausencia de viento. Y sin embargo, la falta de potencia eólica mantuvo a la espectacular y heterogénea flota que se hizo a la mar en la bahía de A Lanzada flotando con muy poco que hacer durante cerca de dos horas. En cuanto comenzó a entrar un cierto aire del sureste, galeones, dornas y todo tipo de veleros zarparon en una particular e irrepetible búsqueda del tesoro.
Recapitulemos. Galicia dispone de un rico patrimonio náutico, que, a diferencia de otros países marítimos del Oeste europeo con mejor sentido, solo se ha orientado hacia el ocio tras sortear mil y una dificultades gracias, básicamente, al empeño personal de gentes hechizadas por el universo de la navegación. Sara, la nave evolucionada sobre el modelo de una dorna de tope. Evangelina, un galeón de dos palos y 18 metros de eslora construido en 1912 que, tras surcar la ría de Arousa durante décadas y servir como arenero, estuvo a punto de ser desguazado. Son dos ejemplos que, junto a la recuperación de la flota artesanal, encarnan la vertiente positiva de un fenómeno que, por desgracia, suma demasiados capítulos de triste desaparición de una tradición secular.
El caso es que a la sombra del Club Náutico de San Vicente acaba de nacer la Asociación Galega de Barcos Clásicos e de Época, que preside Guillermo Gefaell. Se trata de una amplísima categoría en la que pueden militar una enorme gama de veleros e incluso, por qué no, ciertas embarcaciones a motor. La idea es proponer una cita anual que, dada la variedad de tipologías abarcadas, se concibe no como una regata, sino como una suerte de búsqueda del tesoro, en la que las tripulaciones deben recoger cuatro coordenadas en una boya para dirigirse a ellas y ganar otras tantas banderas que les acreditarán para retornar al puerto de Pedras Negras.
Guillermo y su hijo Marcos navegan en la Marie, un velero construido en Holanda en el que uno se imagina viviendo bastante mejor que Don Johnson en aquel yate con aligátor incorporado de Corrupción en Miami. Nuestra Armada vence al tiempo con una pequeña ayuda mecánica mientras la bruma se disipa en jirones. Hay magia.
Nuestra flota supera la falta de aire con ayuda de los motores mientras la bruma se disipa; hay magia
serxio gonzález