Transformar para espantar a las moscas

SOCIEDAD

Lucía López coordina un plan integral para cambiar un barrio de la República Dominicana pegado a un vertedero

12 oct 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Frente al nomenclátor oficial, barrio de Santa Lucía, el popular, barrio de La Mosca. Y lleva razón el segundo apelativo atendiendo a lo que desde ese lugar de la República Dominicana cuenta Lucía López, quien desde la primavera coordina un programa para sacar esa barriada de la ciudad de Santiago de los Caballeros de su compleja situación. «Le llamaban La Mosca porque al estar tan cerca del vertedero había demasiadas moscas en el ambiente, tanto que la gente comía dentro de un mosquitero», relata.

Allí, en Santa Lucía, residen alrededor de 2.500 personas. Muchos de ellos viven de un trabajo conocido como buzos: «Son personas que bucean en la basura, seleccionando materiales reciclables, con graves riesgos de accidentes y evidentes riesgos para la salud por problemas respiratorios, infecciones por ratas e insectos...». Preocupante es también la situación de los residentes más pequeños: «Es alarmante cómo viven los niños del barrio que trabajan como buzos». No hay agua potable, y existe riesgo de derrumbe de muchas viviendas... Un lugar propicio para la desesperanza.

Necesitaba ella comprobar sobre el terreno lo que no se ve en el Norte, pues «en España no es posible obtener una información tan real» sobre lo que sucede en el Sur. «Ahora en la República Dominicana, la subida del petróleo amenaza una crisis alimentaria que va más allá del desarrollo del país, porque depende de otros factores», ejemplifica.

El proyecto va avanzando. Tendrá una duración de tres años y cuenta con el amparo de organizaciones como la Asamblea de Cooperación por la Paz. «Esperamos que tras ese período el barrio cuente con un sistema de agua y saneamiento adecuado, las personas puedan tener oportunidades de empleo, las mujeres tengan la capacidad de decidir cuándo quedarse embarazadas, y sus habitantes continúen con su propio desarrollo cuando se termine el programa».

Tiene para ello que vencer, sobre, problemas por diferencias culturales: «Tienes que partir de cero en todo, para comunicarte o para cruzar la calle, y aprender a hacerte entender, que hay cuestiones de las que no puedes hablar y que las prioridades y formas de entender la vida no son las mismas».

Es su segunda incursión al exterior, tras un periplo inicial en Bolivia, en La Paz, aunque en labores más institucionales. «Así que se puede decir que prácticamente estoy empezando en la cooperación sobre el terreno, con muchos desafíos y mucho aprendizaje». Un día a día que tiene la particularidad de ser distinto cada uno: «Es un desafío constante y exige que estés en alerta para hacer bien tu trabajo, mucha implicación, escuchar a las personas, ser sistemática, organizada y buena estratega». «Es -resume- una experiencia increíble».