Iria, en la línea más pobre del mundo

SOCIEDAD

Tras Guatemala y Etiopía, la lucense lleva nueve meses en Níger, un país donde, dice, «al nacer lo único que tienes asegurado es un nombre, el resto es para unos pocos»

09 jun 2008 . Actualizado a las 14:11 h.

«Los bajos niveles de desarrollo humano de Níger convierten a este país en un caso extremo». Palabra de la ONU en su último informe sobre desarrollo humano. Y en palabra se ha quedado porque poco ha cambiado en la práctica pese a esos avisos. Tal vez, sí, que en los últimos meses ha comenzado a llover «y eso es señal de que no habrá sequía y que la cosecha será buena», relata Iria Folgueira, que va por su noveno mes en uno de los países más pobres de la tierra, pozo de la hambruna junto a Guinea Bissau, Burkina Faso o Sierra Leona, todos concentrados en una misma franja de territorio africano.

«Aquí la malnutrición no para de aumentar y se habla de grave crisis por el aumento del precio de los cereales, mientras en el norte nos dedicamos a hablar del corazón rosa o de Chiquilicuatre, eso me pone de los nervios...», relata quien, con 24 años, en el 2005, se inició en la cooperación y desde entonces ha convertido esa actividad en un compromiso y una forma de vida. «Sé que no voy a mejorar nada -admite-, pero al menos trataré de contribuir en lo que pueda y, si no se puede mejorar, al menos que no empeore».

Esa contribución de la que habla comenzó en Guatemala, por dos ocasiones, primero en un programa de lucha contra el sida; luego, en otro para la promoción de la paz y de la convivencia. «Fue la experiencia más bonita que he tenido, porque, además de trabajo administrativo, me involucraba en actividades culturales y llegué a hacer circo social», rememora. Tras ello vino la primera experiencia en África, en Etiopía, dando clases de inglés y de educación para la paz.

Y la siguiente etapa la está cubriendo en Níger. «Esta es la misión más difícil en la que he estado, sobre todo porque trabajo sola y en una zona bastante aislada en la que te tienes que acostumbrar al ritmo africano, pero sacar adelante un proyecto europeo, y con 40 grados a la sombra». Facilidades, cero. Aunque en Níger no las hay ni para ella (que ya ha pasado una malaria y una fiebre tifoidea en nueve meses) ni para nadie. «Aquí trabajamos para dos regiones, con medio millón de habitantes cada una, con cuatro médicos ejerciendo en total para un millón de personas? Echa cuentas. A nosotros un dolor de muelas nos hace la vida imposible, con todos los medios que tenemos y en Níger una gran parte de la población vivirá toda su vida sin ver jamás a un médico».

Al menos el proyecto que ella tutela para la oenegé Movimiento por la Paz (que acaba de cumplir 25 años) ha logrado formar a 300 agentes en salud y se han realizado aportes de material sanitario. A ello se suma un trabajo de concienciación sobre la transmisión de enfermedades, higiene y salud reproductiva, algo básico en uno de los países con una mayor tasa de natalidad y también de mortalidad materna.

Hay para ello mucha tarea de oficina, pero también salidas al terreno por pistas impracticables para coordinar centros de salud en el rural. «Será un grano de arena, pero veo a la gente que está sinceramente agradecida», relata. Será porque el punto de partida es muy bajo. «Si naces en Níger -recuerda- lo único que tienes asegurado es tu derecho a un nombre, pero la salud, la educación, el empleo digno, la infancia como tal? eso está reservado a unos pocos».