EL ÚLTIMO de los miembros de la Sociedad Internacional del Espíritu Navideño tomó asiento y arrimó la silla a la larga y abrillantada mesa alrededor de la cual se reunía un selecto grupo de notables. -Bien -dijo el que estaba en la cabecera-. Ahora que estamos todos vamos a decidir a quién le otorgamos este año el premio al mejor dinamizador de la Navidad y su auténtico espíritu. ¿Alguna propuesta? -Yo he traído el expediente de un belga que cada nochebuena invita a todos los pobres de su barrio a una cena opípara. El runrún comenzó entre los reunidos. «Eso está muy visto», dijo uno. -Tengo a un ruso que salvó a dos niños pobres de morir de frío en San Petesburgo -propuso otro. -«Mmmmmm... niños» musitó el de la cabecera. «Demasiado triste, señor» le susurró al oído el que estaba a su derecha. -Yo propongo a un guardia civil español que le perdonó una multa a un conductor por ser Navidad. Los murmullos subieron un punto en su intensidad. «Es una buena historia» comentó uno. «Sí, a la gente le gusta», asentía otro. De repente, la voz profunda de Papá Noel (irreconocible porque vestía un traje de Armani y no llevaba su barba), atronó la sala: -Eso son chorradas. El premio debe ser para Victoria Beckham, que le compró a su hijo un coche de juguete de 33.000 euros. ¡Eso es el espíritu navideño! Una salva de aplausos confirmó que, una vez más, Papá Noel era el más sabio.