SERIE BE

26 may 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

LAS MUJERES que conducen respetan más los semáforos, los límites de velocidad y la obligatoriedad de usar el cinturón en cuantito que arrancan el motor del utilitario. Algo que ya sabían incluso los mentores de esa magnífica expresión -a «¡¡mujer tenías que ser!!» me refiero- con la que algunos rebuznan con una facilidad que, la verdad, se ha convertido en prodigiosa, a la vista de la facilidad con la que se publican estudios que insisten en el buen temple de las señoras para manejar el volante. Pero es que conviene repasar la última investigación realizada con la intención de echar por tierra la teoría de la conducción genética, esa que goza de un predicamento apabullante y que viene a defender que lo del embrague depende del cromosoma. Así, los portadores del XY esconden entre los bucles de su ADN una disposición congénita para mover el acelerador, mientras las portadoras del XX deben luchar toda su vida contra una llamada del genoma que les impide reconocer en la quinta algo diferente a una sinfonía de Beethoven. La teoría de la genética ya no sirve. Porque para los que sostenían que lo del semáforo, el cinturón y la velocidad no era más que una expresión de la naturaleza de por sí más prudente de las femias, resulta que el Real Automóvil Club de España acaba de concluir que las señoras aparcan y adelantan mejor que sus compañeros. Y, claro, esto sí que es meterse en territorio vetado. Habrá quien considere todo esto una expresión de feminismo trasnochado e insistentemente aburrido... Vale. Pero aparcar, aparcamos mejor. Y tengo papeles.