27 feb 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

De tan sufrida y entretenida que es, la naturaleza ha irrumpido como principal fuente de argumentación en los discursos faltos de razón mayor, e igual que se oye hablar de «parejas naturales» para designar, no ya las uniones espontáneas y libres, como podría parecer, sino aquellas otras construidas sobre la convención cultural, también se escuchan críticas severas a la naturaleza misma de las cosas, como una mujer sin arreglar, el cuerpo desnudo de un anciano o la inclinación al robo de un gallego muerto de hambre. La naturaleza sirve de comodín, a eso íbamos, y mientras los biólogos y filósofos continúen enfurruñados, cada uno en su cuevita, ignorados de los demás, poca luz se abrirá sobre la materia de la que estamos hechos y qué la diferencia del polvo animal. Quedamos a la espera de ese idilio deseado. Y mientras, lo intentamos solos. Hoy con el asunto de las adicciones: perversidades corruptas desviadas del equilibrio natural, padecidas por uno de cada cuatro españoles, según una encuesta divulgada ayer. El estudio no incluye las drogas, pandemonio total, sino las llamadas «dependencias modernas»: Internet, compras, trabajo, tragaperras, bingo, comida y pelis porno, por citar siete capitales; y las presenta asociadas a otro dato fundamental, uno de cada tres encuestados manifestó que en los treinta días anteriores a la elaboración de la encuesta no había tenido relaciones sociales con ninguna persona que no perteneciese a su ámbito laboral. De casa al curre y del curre a casa. A ver si con ese clima ambiental no es natural tirarse de cabeza al lacón con grelos y la degeneradés. ¿O sí?