«Las chicas del autobús», cuatro modelos de periodista en campaña política

C.G.F. Madrid / COLPISA

PLATA O PLOMO

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La nueva ficción de Max sigue a unas reporteras estadounidenses durante la carrera por las primarias demócratas

27 may 2024 . Actualizado a las 08:19 h.

Para que exista The Girls On The Bus antes hubo un The Boys On The Bus, una colección de artículos de Timothy Crouse en la Rolling Stone bendecidos y prologados por el mismísimo Hunter S. Thompson, maestro y rey del periodismo gonzo. Narraba la cobertura en el autobús de campaña de las elecciones de 1972 (McGovern contra Nixon).

Crouse, Thompson y los demás reporteros del autobús representaban la edad de oro de un periodismo muy personalista, creativo y con un aura salvaje que el tiempo ha hecho pasar a mejor vida. Pero sigue vivo en dos sitios: en las cabezas de los fans irredentos de Miedo y asco en Las Vegas, y en las de algunos periodistas que añoran los tiempos del riesgo y el exceso, cuando parecía que todo estaba por inventar. Una de esas fans es nuestra protagonista.

Sadie McCarthy (Melissa Benoist) lleva una llamativa pegatina en el portátil de esa supuesta gesta periodística que fue el seguimiento de la campaña del 72. No solo eso, sino que tiene alucinaciones más o menos interiorizadas donde se le aparece Hunter S. Thompson y sus inseparables gafas de cristal amarillento.

Este personaje ilusorio le da consejos a Sadie, le anima a arrojarse, a darlo todo y dejar que se note su personal mirada en los textos. Es la voz del desafío, de la aventura, pero también, claro, del pasado. No le hace tanta falta Thompson: su editor, Bruce Turner, es su verdadero mentor, y a través de las llamadas telefónicas se convierte en otra voz en su cabeza que le ayuda a centrarse, pero también cree mucho en ella. Su periódico es el New York Sentinel, una referencia evidente al The New York Times.

Hay otras tres periodistas que van a seguir la campaña en el autobús. Pero antes, conviene aclarar de qué campaña. Es la carrera por las primarias demócratas. Todos los nombres de los contendientes son inventados, así como los periódicos y televisiones donde trabajan las periodistas. Así que hablamos más de arquetipos que de referencias a la vida real (la nueva promesa, la estrella de cine de acción, el alcalde guaperas, la feminista con experiencia y carácter). 

La showrunner de esta serie fue, precisamente, periodista durante varias campañas de Hillary Clinton, y luego se desligó del periodismo para dedicarse a la televisión. Como dijo en una entrevista a la radio pública estadounidense, decidió activamente alejar su trama de la realidad para hacer un producto más luminoso.

Sí que hay una referencia clara a Fox News. Una de las periodistas, Kimberlyn (Christina Elmore), trabaja para Liberty Direct News, una cadena conservadora acusada de retorcer la realidad y vivir de la exageración, cuando no de la conspiración. Ella es una joven promesa y es afroamericana. Es probablemente el personaje más interesante en la relación con su trabajo, porque al menos tiene algunos conflictos.

Un tono complicado

También está Grace Gordon Greene (Carla Gugino), que viene de linaje de periodistas y es una temida maestra de las exclusivas. Por último, está Lola Rahaii (Natasha Behnam), una influencer con más seguidores en redes sociales que todos los medios anteriores juntos, pero con poca experiencia en el estilo de periodismo que hace falta para seguir una campaña aburrida.

Estas tres tienen tramas que involucran a sus familias, que nos acercan a las zonas más melodramáticas de la serie, sobre todo por la dedicación extrema que hace falta para este periodismo en momentos de pico de trabajo.

Es complicado elegir un tema como este, moviéndose entre lo banal y lo importante, y acertar con el tono. Hay retales muy buenos, bombazos que destruyen reputaciones, conflictos de intereses, marca personal. Quien ha escrito la serie sabe de lo que habla, aunque dulcifique algunas cosas como la relación entre las cuatro, demasiado bonita para creerla.

El tono no siempre acaba de cuajar. Los cuatro personajes atraviesan mucha presión y aprenden algo, pero da un poco de tristeza cómo todas se normalizan hacia donde se espera de ellas, sin demasiada sorpresa. Por el camino, algunas tomas de decisiones complicadas que muestran que, ante todo, los periodistas son personas, tienen debilidades, no son robots objetivos, se equivocan y aprenden, y eso, lejos de ser una tara, es sin duda su mayor virtud. Parece que vienen tiempos donde habrá que recor