«Pure»: ¿Soy una enferma por imaginarme a todo el mundo desnudo?

PLATA O PLOMO

La última joya del catálogo de Filmin -seis episodios de escasa media hora- es una historia incómoda, pero muy tierna que, además, es real

11 may 2020 . Actualizado a las 09:06 h.

Rose Cartwright tenía 14 años cuando una noche, mientras cenaba con su familia, empezó a pensar, sin querer y sin parar, en un bebé desnudo. Su angustia fue tal que acabó atragantándose con el brócoli, convencida de ser una pedófila empedernida. No murió, pero casi: quedó alterada, confundida y algo taladrada. Marnie es su alter ego, protagonista de Pure, última joyita del catálogo de Filmin que en estos días de confinamiento uno puede disfrutar en apenas una tarde.

Marnie tiene ahora 24 años y un complejo trastorno obsesivo compulsivo de carácter sexual que, por si fuera poco, la acribilla de manera intrusiva. ¿Qué significa esto? Que en su cabeza se instalan inesperadamente y sin fundamento alguno pensamientos pornográficos impertinentes y turbios, menos excitantes y más dignos de alguien que está para encerrar. Esta fobia de impulsión existe. Las ideas invasivas pueden ser inocuas o desagradables: imágenes violentas o sexuales hasta lo agresivo que se instalan en la mente, sin venir a cuento, y que, combinadas con otras patologías, pueden ser fatales.

Con Marnie aprendemos que un TOC no es solo lavarse las manos 120 veces al día ni pisar únicamente las baldosas blancas; también, que un pensamiento intrusivo es más que imaginar qué pasaría si dos segundos antes de que llegue el tren ese tipo cayese a las vías tras un empujón nada accidental.

Y de esto va Pure. De una mujer blanca, de clase media, complicada pero honesta, enfadada con el mundo y consigo misma. Cerca de la Hannah de Girls, de Fleabag, de la Nenne de Young and Promising. La fémina de hoy ya no es la de ayer. Por supuesto, no es la que sometida al hombre zurcía y salpimentaba, pero tampoco la suelta por alternar parejas ni la incapaz de reconocer prácticas masturbatorias. La de ahora es otra, y de ella nos habla esta reciente hornada de producciones inteligentes y bellas, algunas tan notables como esta.

Aún así, no es esta una serie para recomendar: no es cómoda, no conviene verla en familia. Pero si el espectador consigue prescindir de ese necesario y asfixiante clima sexual, se encontrará con una historia muy tierna, que además es real, ensamblada con problemas del primer mundo, sí, pero al fin y al cabo problemas. Ni menos importantes, ni menos dolorosos.