Redescubriendo el área recreativa de Magdalena (Santiso), que pisaron los romanos

cristóbal ramírez

SANTISO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

La ermita se conserva en muy buen estado y en medio de una preciosa carballeira

20 jun 2021 . Actualizado a las 02:07 h.

Autovía a Arzúa, primera salida después de Lavacolla, se dejan atrás las rotondas, se alcanza la carretera de Curtis y Oviedo (N-634) y a los cien metros, a la izquierda previo stop marcado en el asfalto. Así se llega al pequeño núcleo de Santiso, hoy conocido por sus alojamientos y sus restaurantes.

Buen sitio, por lo tanto, cuando sea la hora de reponer fuerzas, y también para dar un paseo. Porque esconde un par de sorpresas. Una es que de repente, echándole mucha imaginación y cero rigor histórico, ahora han diseñado y señalizado por allí nada menos que el Camino del Norte a Santiago, así que de la noche a la mañana Santiso es jacobeo. Quizás aprovechando que por allí aparecieron restos romanos y que es más que probable que pase por el lugar la vía romana XIX.

La otra es el edificio de la vieja escuela, que denota un abandono que no induce al optimismo, con su moderno parque infantil en la parte de atrás muy deteriorado. Ese es, como reza una de las tres inscripciones de la fachada, el “grupo escolar donado por los hermanos hijos de esta parroquia D. Ramón y D. José Beis Sada. Amantes de la cultura. 1928”. Otra de las inscripciones relaciona a las personas que, desde La Habana, donaron el mobiliario. Y el conjunto es todo un monumento a la solidaridad de aquellos que por absoluta necesidad tuvieron que cruzar el Atlántico y nunca olvidaron a los suyos.

Pero si hay más tiempo es preferible torcer a la derecha a la altura de la muy sencilla capilla de Santiso, frente a la cual espera un palco de música cuya estética no puede ser muy alabada. El templo está entre los restos de una carballeira que fue mucho mayor de lo que es, presenta una fachada sin decoración alguna y un campanario que llama la atención porque desentona.

Esa pista -también con acera todo el tiempo- conduce a un lugar realmente acogedor y bonito, al que se llega después de 1.400 metros de recorrido: la ermita de la Magdalena, en muy buen estado y en medio de una preciosa carballeira. El edificio, vecino de una fuente muy conocida en muchos kilómetros a la redonda, parece ser que se empezó a construir en el siglo XVI, si bien lo que está ahora a la vista es del XVIII, incluidos los contrafuertes de los laterales, cuya misión es, claro, reforzar esas paredes que a primera vista se encuentran en buen estado.

Pero eso no es lo más relevante. Ni siquiera su buen ejemplar de cruceiro, ni tampoco el que haya mesas y bancos, ni un aviso enorme del vecindario pidiendo solidaridad y educación para mantener aquello como está. Ni tampoco el que la pista frente al templo se prolongue internándose en el bosque y constituyendo una excelente oferta para dar un paseo.

Lo relevante es la gran área recreativa construida a su alrededor, todo ello cuidado y limpio, enclave idóneo para que anden a su aire los pequeños de la familia, teniendo el normal cuidado cuando se acerquen a la laguna. Una laguna que ahora mismo es todo un espectáculo: cientos o quizás miles de ranas croan sin parar.