No resulta fácil escribir sobre Manuel Mirás, que ya no es a estas alturas alcalde de Oroso. Y no lo es porque guardar la equidistancia entre la persona y el personaje -obligación de todo periodista- no siempre es posible con la objetividad necesaria y por la cual el profesional de la información cobra todos los meses de su empresa.
Pero hay realidades incontestables. Si hoy Sigüeiro no se ha convertido en un anodino núcleo dormitorio sin apenas servicios sino todo lo contrario es gracias a su empeño, constante, por dotarlo de infraestructuras públicas. Desde la piscina -que ahora se va a climatizar- al segundo CEIP, desde el humilde traslado de la fuente de A Foca a su lugar original hasta la recuperación y promoción en Inglaterra del Camino Inglés, pasando por la gran inversión anual en cultura.
Es lógico que sus adversarios políticos se alegren de la marcha de un hombre imbatible en las urnas y que ganó la veintena de juicios que le pusieron estos o aquellos, y que se va con las manos limpias. Pero dando por hecho que la discrepancia no anula la bonhomía, deben reconocer -ellos y todos los ciudadanos de Oroso- que se ha marchado un gran alcalde.