
Emma Mayo habla, tras lograr una plaza indefinida de profesora en la USC, de las barreras físicas y mentales que aún hoy se encuentra
08 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Tiene premios internacionales como mejor investigadora. Ha sido nominada los tres últimos años en los Educa Abanca como mejor docente universitaria de España. Ha conseguido abrirse camino tanto a nivel laboral como personal, a pesar de tener una ceguera del 100 %... La lista de logros de Emma Mayo Pais es casi interminable. Una de sus últimas metas la cruzaba en octubre, al obtener una plaza estable e indefinida de profesora en la USC, tras una larga carrera de fondo. Sin embargo, desde que esta noiesa de 45 años perdió la vista (a los 19), muchos solo ven a una ciega o una «impedida», lamenta.
Términos como ese, admite, se quedan grabados por inocentes que parezcan: «Hace poco iba por la calle y me tocó pasar por debajo de unos andamios. Me tropecé con un obstáculo y uno de los obreros me gritó: ‘Señora, ¡cuidado!'. Por supuesto, no se bajó del andamio para ayudarme... y otro compañero suyo, le contestó: ‘¿Non ves que está impedida?'. Me echó un cable una chica que pasaba por la acera, pero desde aquel día, la palabra impedida resuena en mi cabeza. ¿Cómo es posible que, en pleno siglo XXI, alguien siga teniendo ese concepto? Entendería que dijera ¿non ves que non ve?, ¿non ves que é cega?... pero lo de ‘impedida' me dolió. Fue un golpe en el corazón. Quedan aún muchas barreras por romper, tanto físicas como mentales. Queda ir más allá de la discapacidad y ver a la persona».
Emma es, sobre todas las cosas, válida. Tiene la capacidad, entre otras, de conectar con las personas sin tener que mirarlas a los ojos. Detrás de las gafas oscuras de esta psicóloga hay una mujer decidida, que no se achica ante nuevos retos, a la que le gusta el senderismo, leer y sentir en sus pies las frías olas del mar al tiempo que disfruta de ese olor tan característico. Ella es de las que piensan «el éxito académico y profesional es posible, a pesar de los desafíos. La inclusión y diversidad en la educación superior es difícil, pero sí se puede». Le gusta transmitir este mensaje, por encima de todos sus logros curriculares: «La trayectoria en la universidad es muy complicada para todo el mundo. Y, en mi caso, tuve que pelear un poco más si cabe para mantener los méritos, por la discapacidad visual y un diagnóstico que tuve en el 2016 de cáncer de mama».
La profesora de Trastornos en el Desarrollo y Dificultades en el Aprendizaje (asignatura que imparte tanto en el máster de Orientación de Ciencias da Educación como en el tercer curso de Psicoloxía), recuerda que una enfermedad degenerativa del sistema inmunológico la obligó a dejar la carrera de Medicina por otra que ya habían hecho antes otras personas invidentes. «En Psicoloxía descubrí un poco de todo, desde profesorado súper implicado que me facilitaba todo a otro que no me permitía ni llevar una grabadora a clase cuando aún no tenía soltura para coger mis apuntes», dice.
La facultad es hoy un territorio seguro para ella, después de haber adaptado los espacios (en algún caso, con más ingenio que dinero, por ejemplo, poniendo papeleras o paragüeros debajo de los extintores que sobresalen de las paredes y no detecta con su bastón). Distinto es cuando sale a la calle la vecina de O Milladoiro (Ames): «Siempre tienes la duda, aunque suene excesivo, de si volverás entera a casa, porque te puedes encontrar desde un coche aparcado en el paso de peatones con el que no cuentas hasta obras no señalizadas u obstáculos de todo tipo». Las dificultades se cuelan hasta en el mismo hogar, admite: «Estamos haciendo una casa en Biduído y la elección de electrodomésticos no imaginas lo difícil que está resultando. Lo más complicado, quizás, fue elegir la placa de inducción. Se habla mucho del diseño universal pero han desaparecido los mandos y los botones. Todo es ahora táctil, sin ningún tipo de relieve. Son diseños muy chulos, líneas muy limpias… pero no se piensa en la diversidad, solo se piensa en el diseño. Nosotros tuvimos al final que adaptar la vitro con una solución práctica, poniéndole puntos de silicona por nuestra cuenta sobre los botones». La acompaña en esta aventura su marido, al igual que en tantas otras. «Es mi cómplice y apoyo. Si no fuera por él no estaríamos donde estoy», comenta sobre un hombre al que conoció cuando ambos eran aún universitarios y residían en el colegio mayor Fonseca.
Tras recibir un cum laude en el 2010 por su tesis (un dato, por cierto, que ella no menciona haciendo gala de humildad), empezó su batalla personal por conseguir un empleo estable en la universidad. Ese mismo año obtuvo una beca predoctoral de la Xunta. «Era una época en la que no salían plazas y me fui al paro. En septiembre del 2011 abrí mi propio gabinete de psicología. Compaginé este trabajo con el de profesora asociada en una universidad a distancia, la Universidad Internacional de La Rioja entre el 2012 y el 2015. Nunca me quise desvincular del todo de la universidad, porque me gusta la docencia y la investigación, y hay que echar horas para optar a los contratos estables. En el 2016 surgió la posibilidad de empezar como profesora asociada en la USC y lo compaginé con el gabinete un par de años, hasta que tuve la primera recaída de mi cáncer. Entonces cerré el gabinete y conseguí un contrato de sustitución a tiempo completo. Fui enganchando contratos de sustitución hasta el 2021, cuando accedí al rango de ayudante de doctor. Hay un compromiso de estabilización a los 5 años y tuve la suerte de que fueron adelantando el proceso de estabilización sin llegar a agotar ese plazo», relata.
«Con el tema de las plazas de oposición del Estado hay un cupo reservado para personas con discapacidad, pero no se está haciendo esta reserva en todas las universidades. En la USC, la primera vez que hubo esta cuota de reserva fue en el 2021, cuando opté a ayudante de doctor. Hay gente que aún ve esta medida como una ventaja a favor de las personas con discapacidad. Sin embargo, lo que hace es que compitas con gente que tiene limitaciones similares. Tienes que aprobar igual la oposición, dar los mismos contenidos y superar una serie de méritos. Sin embargo, yo siempre pongo el mismo ejemplo: cualquier compañero puede coger un artículo en la biblioteca y leerlo en el momento. Yo necesito el doble de tiempo, porque muchas veces los archivos se digitalizan como imágenes y yo tengo que escanearlos y utilizar luego un sintetizador de voz que lee archivos de texto», argumenta.
Su valía como docente queda más que avalada en los premios Educa Abanca, donde son los propios estudiantes los que proponen a los profesores que optan a mejor docente de España. Por eso, indica, aunque todas las distinciones son especiales, esta es posiblemente de la que más orgullosa se siente, ya que «es un proceso muy controlado, que exige acreditar la votación con el resguardo de la matrícula, y el alumnado hace ese esfuerzo por mí. Eso aumenta mi nivel de exigencia». Además, destaca el apoyo que recibe por parte de sus compañeros: «Yo no puedo corregir los exámenes, por ejemplo. Hago pruebas tipo test y ellos me ayudan corrigiéndolos con una plantilla. Y, cuando voy a alguna facultad que no conozco, me sirven de soporte en los desplazamientos».
Esa ciega, esa «impedida», la mujer empática y comprometida que ha forjado su camino académico de una forma tan brillante como modesta... Esa es Emma.