Bugallo en apuros

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

22 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

No ha pasado el socialismo compostelano en el Concello una situación tan difícil en más de tres décadas como la que enfrenta Bugallo a causa de dos crisis de gobierno en apenas dos meses a medio paso de las elecciones municipales, generadas en torno a dos concejales: Javier Fernández, el delegado de Obras que dejó el ejecutivo con estrépito, se le rebeló al alcalde y no entregó su acta; y ahora José Manuel Pichel, el de Medio Rural —enfrentado con el anterior, por cierto— cuya pretendida salida silenciosa del Pazo de Raxoi está acumulando más ruido cada día que pasa, con la oposición exigiendo luz y taquígrafos y el gobierno parco en explicaciones o respondiendo «y tú más». Porque en el caso Pichel es obvio que no solo hay una incomprensible torpeza de un concejal con intereses en una empresa de los que no informa a su jefe ni a compañeros de grupo y encima participa en la Xunta de Goberno que contrata el alquiler de un inmueble de esa empresa para servicios municipales. Realmente, esa torpeza ha puesto el foco sobre un «chiringuito» sociata-ugetista que se está lucrando de un contrato seguramente legal pero éticamente cuestionable en cuanto a los procedimientos de la administración amiga. Y nadie cuestiona el derecho de UGT a tener incluso un holding de empresas —recuérdese el escándalo de la promotora inmobiliaria PSV, que dejó tantas heridas en Santiago a principios de los 90—, pero sí que pueda obtener presuntos tratos de favor.

Todo lo dicho quedará probablemente saldado tras la dimisión de Pichel y algunos días más de duros cruces de acusaciones entre gobierno y oposición avivados por la proximidad de las urnas. Sin embargo, no va a ser menor el impacto de estas crisis sobre la aspiración de Bugallo a seguir en la alcaldía cuatro años más. Si el incombustible regidor venía ya notablemente desfondado por un mandato difícil por la pandemia y en el que acumula notables reveses de gestión, con balance modesto en cuanto a realizaciones propias, estos seísmos dentro de su gobierno lo desgastan aún más, hasta el punto de debilitar su posición hegemónica en la izquierda, hasta ahora escasamente amenazada (incluso con el previsible crecimiento del BNG), y con el PP al alza hacia el centro.