Resistencia

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

13 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Dígaselo usted a los desempleados que tienen que sostener a sus familias con un ingreso vital exiguo frente a la inabarcable carestía de la cesta de la compra, dígaselo al hostelero que pagaba 1.800 euros por la factura eléctrica mensual de su restaurante y ahora paga 7.000, dígaselo al taxista al que no le actualizan las tarifas desde el 2014 —cuando le autorizaron a subir cinco céntimos— y ahora la carrera no le da para el combustible; dígaselo al hotelero que empieza a ver como se le caen las reservas de Semana Santa; dígaselo... Son tantos y tantos los frentes que nos abre, a todos, esta guerra económica que cuando nos dicen que no queda otra que resistir, no hay respuestas, porque realmente no las hay, al interrogante en el que todos pensamos: ¿Hasta cuándo podremos resistir? No hay despensa económica europea, y mucho menos española, lo suficientemente profunda para que lluevan ayudas para sostener tantas y tantas actividades económicas, tantas empresas y sus trabajadores, personas con nombre y apellidos y con familias a su cargo, que tendrán que parar porque trabajar les provocará pérdidas de mayores dimensiones. Y esto después de dos años de pandemia a los que sobrevivieron exhaustos. Apretando un cinturón al que ya se le ha esfumado la cintura. Aquí mismo, en una ciudad, Santiago, que tiene un plus de resistencia por su acentuado perfil funcionarial y donde pensábamos contar —aún contamos, pero cada día que pasa se convierte más en una cuestión de fe, ¡quién le iba a decir al Apóstol!— con los beneficios jubilares de un segundo año Xacobeo que, casi perdido el primero, corre algo más que riesgo de diluirse en agua de borrajas. Esto no ha hecho más que empezar y arrancan los paros forzosos, primero algunas flotas pesqueras e industrias, esta semana los transportistas. Hagámonos a la idea de que va para largo y que todos y cada uno tendremos que cavar una trinchera de resistencia porque la guerra económica es el arsenal más contundente para derrotar al demente del Kremlin sin ir a un baño de sangre de dimensión mundial. Pensemos que hay un país y sus gentes que están pagando con su vida esta locura, y que estamos obligados a ayudarles y darles acogida porque, aun con los bolsillos deshechos, seguiremos siendo unos privilegiados.