«Llegamos a Santiago con una hija de 3 años tras venderlo todo en Argentina»

Olimpio Pelayo Arca Camba
o. p. arca SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

El desembarco de familias enteras, nuevo modelo de migración que precisa de más recursos para su atención

17 feb 2022 . Actualizado a las 11:05 h.

«Berta, la trabajadora social de Cáritas, nos dijo que la nuestra parecía una historia de telenovela». Lo dice Leandro de Zan (Buenos Aires, 1985), que hace un año decidió con su esposa Natalia dejar atrás su vida en la capital argentina para buscar un futuro mejor en España para su hija de entonces 3 años, sin la inseguridad de su país. Vendieron todos los enseres de su casa y empezaron a pagar a plazos los pasajes para el viaje inverso al que habían hecho varios de sus antepasados. El 2 de abril llegaron a un pueblo de Burgos, para compartir piso con unos amigos. Pero al cabo de unos días, la dueña les advirtió que no podían seguir allí: «Nos vimos sin techo, con una nena de 3 años y 800 euros».

Leandro, por su ascendencia española, tenía la ciudadanía pero le faltaba el DNI. Acuciado por la situación, llegó a recorrer 20 kilómetros en bicicleta buscando un trabajo que, sin el carné, no encontraba. El cierre perimetral por la pandemia lo complicaba todo aún más. Al final, contaron a sus familiares en Argentina las dificultades que atravesaban.

Ellos les recomendaron viajar a Galicia, y les pagaron desde allá un piso turístico en Santiago: más caro, pero que no exige contrato laboral para el alquiler. Llegaron a principios de mayo del 2021 y se fueron directos a Cáritas: «Nos ofrecieron alimentos y nos empezaron a ayudar con ofertas de trabajo, cobertura sanitaria para la niña y orientación en múltiples cuestiones». En junio además les facilitaron un piso de acogida en la rúa do Home Santo.

Empezaron a trabajar pronto

Leandro logró pronto el DNI para él y para su hija, y su mujer el Número de Identidad de Extranjero (NIE). Conectando con otros argentinos en la ciudad, el 1 de junio empezó a trabajar en una pizzería de O Milladoiro, donde continúa empleado. Su mujer, por medio de Cáritas, logró trabajo para el cuidado de un niño y limpieza de una casa en Santiago. Así que a los dos meses y medio pudieron dejar el piso de Cáritas e instalarse en O Milladoiro, con la ayuda económica de la entidad para el primer mes de alquiler y la fianza. En la actualidad «por suerte no necesitamos ya la ayuda de Cáritas», que fue crucial en su llegada a Santiago, así como la de compatriotas. Sin aquel impulso inicial Leandro señala que hubiera sido muy complicado salir adelante: «El primer contacto con Berta fue más llanto que otra cosa, al contar toda nuestra historia y con la desesperación de tener una niña chiquita y no saber qué íbamos a hacer». La acogida que les brindaron y las herramientas que les dieron para vivir los emocionó.

Hoy están contentos de haberse venido a España, pero en los duros momentos de tener que marchar de Burgos la incertidumbre fue enorme: «Tuvimos la duda de volver a Argentina, pero dijimos ‘qué hacemos allá’, porque no nos quedaba nada. Por suerte pudimos quedarnos» y en la actualidad tienen sus vidas encauzadas. De Zan cree que su hija disfruta de mejor educación de la que dispondría en su país, y han dejado atrás una inseguridad que siguen viendo en las noticias de Argentina. También una situación económica muy distinta: «Allá compras leche y hoy tiene un precio, mañana otro, y al día siguiente otro. Acá no nos pasó eso: hubo aumentos, pero no tiene ni comparación».

Los programas de Servizos Sociais santiagueses atendieron a 13.814 personas durante el pasado año

El departamento municipal de Servizos Sociais realiza también una intervención integral con las personas o familias en situación de desprotección social, movilizando todos los recursos existentes para dar respuesta a sus necesidades básicas. Durante el 2021, fueron beneficiarias en alguno de sus programas 13.814 personas.

El Concello de Santiago actúa de forma coordinada con Cáritas y otras entidades del municipio, tanto en el trabajo técnico diario como con la firma de convenios de colaboración para financiar ayudas económicas de urgencia a personas en situación de vulnerabilidad o para la cesión de viviendas en el municipio, una decena cedidas a distintos colectivos: a Cáritas, para el alojamiento de personas con graves dificultades económicas y para el programa Abeiro de atención a familias a menores; también se ceden para otros programas de Feafes, Aspas y Arela.

Desde Servizos Sociais indican que la protección integral de las personas es la finalidad de sus intervenciones, para lo que suman al equipo humano de profesionales recursos económicos y técnicos. En unos casos de titularidad autonómica (como Risga o Ais) y en otros municipales, como las prestaciones de la ordenanza de garantía básica ciudadana, becas municipales de comedor, actividades extraescolares, SAF e intervención con personas sin hogar.

Luis Calviño, director de Cáritas: «Estamos desbordados en nuestros pisos de acogida»

Luis Calviño es el director de Cáritas Interparroquial de Santiago. Comenta que disponen de siete viviendas de acogida, cedidas por concello y arzobispado, pero «estamos desbordados, porque llegan familias enteras». Explica que en muchos casos propietarios de pisos evitan alquilarlos a migrantes porque carecen de documentación y dudan de su capacidad para pagarles, «y ahora están pidiendo dos meses de fianza más el mes en curso. Estas personas no pueden afrontar el pago de un trimestre de golpe».

Por eso se ven abocados a viviendas turísticas, de las que en muchos casos son desalojados por impago. Entonces «se presentan en la sede de Cáritas con las maletas y dos o tres niños. Pero no podemos inventar lo que no tenemos», apunta Calviño en alusión a unos recursos siempre insuficientes. Si los migrantes tienen alguna disponibilidad económica, Cáritas intenta completar un alquiler razonable: «Pero una habitación en Santiago va de 200 a 300 euros al mes, y un alquiler en el extrarradio ronda los 500. Cáritas no puede hacer frente a esos alquileres mucho tiempo».

Los recursos nunca llegan: la aportación municipal, de 100.000 euros, «en marzo ya está agotada». Y el colectivo no encuentra recambio a los socios que fallecen; las colectas en descenso de catedral y parroquias tampoco ayudan. Luis Calviño señala que la mayoría de estos migrantes proceden de Venezuela y Perú, así como del norte de África. La primera fase es de acogida y escucha, y a continuación es clave el arreglo de documentación y situación legal en España. «Les damos cursos de formación y tratamos de promocionarlos para que trabajen por su cuenta», y liberar así recursos con los que dar respuesta a una demanda creciente de ayudas. Calviño pone el ejemplo de familias que residieron en Marrozos (una de las casas de acogida) hace poco: trabajaron en la catedral, y la empresa les hizo contratos fijos, por lo que se fueron a Valencia.

Cáritas suma a esta labor la que hace con nacionales, aportando alimentos y ayudas para pago de facturas. La crisis derivada del covid hizo crecer las solicitudes.

Rosina Figueroa: «España es un país de oportunidades para quien le gusta trabajar»

Rosina Figueroa (La Guaira, Venezuela, 1986) llegó a España el pasado noviembre con su marido y dos hijas adolescentes; una tercera, la mayor, se quedó con su abuela en Venezuela pero espera que llegue la próxima semana: «Vine más que por mí por mis hijas, no quería que se terminaran de criar en el país que yo vi bonito de niña pero ahora es un caos. España es un país de oportunidades para quien le gusta trabajar». El destino iba a ser Barcelona, pero finalmente llegaron a casa de una amiga en Santiago.

Rosina cuenta que a través de Médicos del Mundo se asesoró para escolarizar a sus hijas y lograr ayudas públicas. En diciembre, sin poder seguir en el piso de su amiga, «me sentía muy desamparada y acudí a Cáritas», que ante la situación de la familia los acogió en un piso en Marrozos, y les hicieron algunas compras de comida, aunque a través de Servizos Sociais les tramitaron una tarjeta monedero «que fuimos a recoger a Cruz Roja», y pueden así comprar alimentos. Su marido realizó tareas como voluntario en el albergue de Juan XXIII, y un contacto allí le posibilitó trabajos puntuales en Lugo; ella también atiende a una persona mayor los fines de semana y lo complementa con alguna ocupación más en días laborables. Son recursos para salir adelante, pero insuficientes para alquilar un piso que les permita dejar el de Cáritas, que lo precisa para atender a personas aún más necesitadas: «No lo conseguimos, porque nos piden contrato de trabajo, y no lo tenemos».