-¿Cómo de importante es este Xacobeo que va a durar dos años?
-Veo la importancia en esa necesidad que tiene el hombre de hoy de aquello de lo que a lo mejor no siente necesidad, pero la tiene. En estos últimos años se veía que el hombre occidental era demasiado autosuficiente y, en lo que respecta a Dios, consideraba que, aunque no lo dijera expresamente, no necesitaba nada de él. Quizás esta pandemia le haya hecho reflexionar un poco y llegar a otras conclusiones. Este año tendremos que poner el dedo en esa llaga para tratar de curar esa seguridad que tenía el hombre, al que todo le era asequible y podía llegar a todo. Esa autosuficiencia desplazaba a los hermanos y a Dios y parecía que toda la verdad estaba en el ámbito laico.
-¿En estos tiempos de pandemia San Roque y el Apóstol cuentan como vacuna del coronavirus?
-(Sonríe). Para mucha gente no, pero nosotros estamos rezando en las misas la oración que hizo el arzobispo y, al final... pues Nuestra Señora de la Salud, Santiago Apóstol y San Roque.
«He escuchado confesiones que no las olvidaré en toda mi vida»
Fernández Lago ha sido testigo en muchas ocasiones de ese poder transformador que el Camino y Santiago tienen en los peregrinos y que él buscará potenciar como deán. «He tenido algunas experiencias impactantes. En algún año santo he confesado mucho aquí, muchísimo, y he escuchado confesiones que no las olvidaré en toda mi vida. Están ahí en lo profundo de mí y me acuerdo de ellas porque vi la obra de la gracia de Dios en la gente», explica. Una de ellas, relata, fue la de un hombre que entró diciéndole que si su familia se enteraba de que había ido a confesarse le internarían en un psiquiátrico porque no darían crédito. «Me dijo que había venido a Santiago a darse una comilona, pero que después se le ocurrió bajar las escaleras de la Catedral y que le empezaron a temblar las piernas y que vio que yo estaba confesando, era en la capilla de San Andrés, y que tuvo que acudir. Estuvimos hablando largo y tendido y al final me dejó impactado, porque tras la confesión me dijo que había visto que ese era el día más feliz de su vida». En ese interés por hacer de la basílica un lugar en el que potenciar esos momentos de máxima espiritualidad, también promoverá las vigilias para los peregrinos «que no son de toda la noche, sino de una hora», aclara. Recuerda que en ellas se reunían primero en el claustro y reflexionaban sobre el bautismo. «Realizábamos un gesto, que era quemar un cartoncito, que simbolizaba que uno tenía que mirar de otro modo cara al futuro respecto de lo que fue. Y luego, en el altar mayor, cada uno contaba su experiencia y ha habido algunas que, de verdad, eran impresionantes», rememora.