Fiona

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

31 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Conocí a Fiona Hastings cuando, después de dos años de esfuerzos, con la gran ayuda de Keith Taylor y Penelope Johnson recuperamos la peregrinación entre la abadía de Finchale y la catedral de Durham. En Finchale, por cierto, comienza el Camino Inglés, y en la catedral de Durham, por cierto también, entonces no querían saber nada de una peregrinación que identificaban con un catolicismo dispuesto a robarle ovejas del rebaño (ahora han cambiado por completo, conste). Penelope apareció con Fiona y me la presentó como de su grupo. Un grupo de cinco mujeres acabando los cuarenta y, si las otras tres eran como estas dos, la alegría de la huerta: no pararon de reír en toda la caminata.

Fiona se presentó entonces al certamen internacional convocado por el Concello de Oroso y centrado en el Camino Inglés. Y ganó algo. No recuerdo si el tercer premio o un accésit. Su trabajo, hasta donde llega mi memoria, se inscribe en la mejor tradición de los diarios de peregrinos ingleses, y fue publicado en una revista con aspiraciones de ser científica que publicó el mismo Concello. Luego Fiona pilló un cáncer de pecho y sufrió la quimioterapia. Creo recordar que le mandé un mail, o una nota o algo así dándole ánimos. Hace un año justo Penelope me envió un mail en el cual decía «la quimio no funcionó, pero de todos modos está de buen humor».

Comí con Penelope no hace mucho, en un feliz reencuentro. Y salió Fiona a relucir. «No, ya no». Y no pudo decir nada más. Luego añadió que dejó todo muy preparado, con su predisposición de siempre, organizando hasta su propio funeral. No sé si se acordó del Camino Inglés. Desde luego el Camino Inglés no debería olvidarla. Yo, por supuesto, no lo haré.