Caminar a contracorriente

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña DE BUENA TINTA

SANTIAGO

11 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Por una inclinación personal al principio de contradicción, había decidido que no iba a hacer nunca el Camino de Santiago. No le encontraba sentido a desandar lo todavía no andado para volver al punto de salida. Ahora, en cambio, me seduce la idea de hacerlo al revés por la fascinación que ofrece ese otro punto de vista, a menudo más interesante, de caminar a contracorriente. Encontrarlos de frente y escudriñar en los rostros de los peregrinos tratando de adivinar sus orígenes en sus ropajes, contabilizar en sus pies cansados los kilómetros recorridos, leer sus historias en sus silencios, escuchar sus conversaciones, curiosear en sus camas deshechas y saciar la sed en sus motivaciones. Y, sobre todo, reconocer en sus miradas el anhelo por llegar a la meta e imaginar sus reacciones ante la contemplación de la belleza que les espera al final del viaje. Entre las ventajas de recorrer la ruta al revés, quizás la más grandiosa consiste en que, mientras para los peregrinos solo hay una meta y la senda está marcada por siglos de historia, para el contraperegrino cualquier punto en el mapa puede ser su destino. Y desde Oviedo o desde Roncesvalles, desde Chemin de Galice o desde Winchester se puede trazar un nuevo itinerario dejándose guiar, a capricho, por cualquiera de los dos billones de galaxias que acompañan a la Vía Láctea. Caminar a contracorriente es excitante, pero también es trabajoso, porque la ruta no está señalizada y no hay albergues en dirección contraria. Es una experiencia única pero solitaria, extraordinaria pero peligrosa, original pero imprevisible. Es rebelde, pero libre.