Discapacidad emocional

Emma Araújo A CONTRALUZ

SANTIAGO

05 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Al menos una de cada trece personas convive con alguna discapacidad. Este fue el titular que en una página similar a esta publicábamos con motivo del reciente día internacional de las personas con discapacidad.

Está claro que el lenguaje es la mejor herramienta de la que goza el ser humano, pero precisamente por ser propia de nuestra especie tiene demasiadas imperfecciones, ya que cada persona encierra un sinfín de discapacidades que no reconocemos. Por ejemplo, al no respetar una plaza de aparcamiento para personas con problemas de movilidad o cuando juzgamos apariencias y actitudes sin ni siquiera plantearnos las infinitas razones que provocan comportamientos poco habituales.

Resulta paradójico que el día internacional de la discapacidad coincida este año con la cumbre sobre el cambio climático, un foro que demuestra nuestra ceguera a la hora de darnos cuenta de la que se nos viene encima. Y es casi vergonzoso que en la misma jornada de apoyo a las personas funcionalmente diversas representantes de dos partidos políticos ni siquiera sepan sentarse donde les toca para no convertir el hemiciclo en el lugar más inapropiado para el juego de la silla.

Quizá el problema esté en que el concepto que se nos diluye entre los dedos sea el de la capacidad para ver más allá de nuestro hocico porque, en el fondo, si el 8 % de la población gallega tiene reconocido algún porcentaje de discapacidad, un buen pico del 92 % restante rebosa de esa enfermedad, tan atronadora como silenciosa, llamada discapacidad emocional.