Al otro lado de la ventana

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña DE BUENA TINTA

SANTIAGO

18 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Una rama de árbol caída en el Ensanche, un desahucio en el centro de Santiago o un transeúnte durmiendo en un cajero automático de la plaza de Galicia importan en la medida en que salgan o no en los medios de comunicación. Los espectadores necesitan ver la realidad en la caja virtual para creérsela. Tanto es así que, cuando la noticia te afecta directamente, no sabes cómo reaccionar. Lo explica muy bien mi compañera Uxía López en su información sobre los avatares de un día sin agua en Padrón. Si se va la luz, sobreviviremos mientras no se agoten las velas aromáticas en el supermercado, y si falta el agua, lo haremos en cuanto sigan a la venta esas botellas de diseño que nos gusta coleccionar. Yo todavía recuerdo los exámenes de inglés que me estudié a la luz de esas velas sin colores ni sabores que ya solo se ven alumbrando a los santos en las iglesias. Antes las había en todas las casas porque el suministro se iba cada dos por tres. Y ojo, que eso puede volver a ocurrir en un país con abundancia de agua que no se libra de la sequía y con excedentes de suministro eléctrico que está inmerso en una crisis energética sin precedentes. Un hogar compostelano que amanece sin luz ni agua podría encuadrarse en el género de la distopía, y las aventuras vividas por esa familia para sobrevivir a dichas adversidades, en el de la odisea. Pero nada que nos sorprenda si, mientras arde Barcelona, los rider -motoristas de servicio a domicilio- cruzan las llamas para traernos las hamburguesas a casa. Los sucesos, mejor en la pantalla, aunque transcurran al otro lado de la ventana.