Bosques de maravilla en la última etapa del Camino del Sudeste

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

CRISTOBAL RAMIREZ

La Xunta invertirá en esta ruta jacobea 3,5 millones de euros a lo largo de este año

01 jul 2019 . Actualizado a las 22:52 h.

Mucho firme de tierra, mucha tranquilidad, mucha naturaleza y pocos peregrinos, casi los mismos un año que el anterior. Y los que hay, extranjeros en su gran parte. Para encontrar gallegos entre los nacionales hay que esforzarse un poco. Ese puede ser el resumen del Camino del Sudeste en los últimos kilómetros (denominación, por cierto, que en Galicia cada vez suple más a la de origen árabe Vía de la Plata). Es decir, en la provincia de A Coruña, a la cual el peregrino entra tras pasar el río Ulla y dar en la pequeña localidad llamada, precisamente, Ponte Ulla.

El lugar se merece mejor suerte. No hay ninguna barbaridad urbanística por parte alguna, y desde luego en Inglaterra o Francia sería un pequeño centro comercial con bares o cafés bonitos, algo de artesanía, flores aquí y allá, y, en suma, una oferta atractiva para que el visitante se detenga. Nada de eso hay ahora, y ni siquiera la iglesia de la Magdalena presume de panel explicativo alguno. De hecho, si el peregrino no levanta mucho la cabeza ni la ve. Como quizás no vea la oficina de información. Sí es seguro que se fijará en el lavadero, en la fuente, en el crucero y en la pequeña placita, todo ello conformando un espacio acogedor.

A pesar de las carencias, ese arranque induce al optimismo, porque la localidad se deja atrás en ascenso por un camino muy bonito, encajonado, apretado. ¿Feísmo? Olvídelo… hasta llegar a la carretera general. De manera que espera un tramo corto, en ascenso, al que habría que encontrarle sustituto.

Y este es el momento para acometer la idea, porque este 2019 ha sido declarado por la Xunta el año del Camino del Sudeste. Es decir, que las inversiones las va a meter ahí. Cierto es que los más de dos centenares de kilómetros -que con las desviaciones llega a los 300- son muchos, pero tres millones y medio de presupuesto no es, para emplear la expresión coloquial, moco de pavo. Seguro que los peregrinos los agradecen. Y la Xunta se anota un buen tanto.

En estos momentos todos los mojones han sufrido la ablación de la plancha que informa de la distancia que falta para pisar el Obradoiro. Ello no implica mala señalización, ya que tan solo falta en un punto cerca de Lestedo, , si bien no suele haber duda por dónde seguir. «No, para nada, nosotros hemos salido hace cinco semanas de Sevilla y desde luego en Galicia no nos hemos perdido», afirma una pareja, él jubilado desde hace poco más de un año y que se lanzó a cumplir su sueño, caminar a Santiago desde su ciudad. Grethe, una danesa septuagenaria, es de la misma opinión, aunque en su caso el recorrido no es tan largo: «Yo empecé en Ourense, pero es que en octubre había hecho el Portugués desde Oporto y no tengo tantos ánimos como para andar desde más lejos».

En fin, después de ese tramo de asfalto, feo, algo peligroso y por suerte corto, el Camino gira a la derecha y se interna, en ascenso, por el monte. Hay mucha repoblación, mucho pino y fantásticos bosques de especies autóctonas. «Dan ganas de llegar a Santiago y volver atrás para repetir esta etapa», dice, jadeante, José Antonio, de Madrid, mientras va rodeando el Pico Sacro sin hacerle el mínimo caso a la cumbre, deseoso como está de llegar a Compostela.

Y saliendo de una de esas pistas el peregrino se encuentra con un entorno idílico: la capilla de Santiaguiño (del siglo XVIII) y la fuente barroca, un auténtico monumento que en origen no estaba allí, sino ladera arriba. El vecino se lo toma con filosofía: «Si, veñen moitos, sobre todo no verán, hai moito estranxeiro, e son moi educados, pasan saúdan e seguen». Lo cierto es que un segundo panel explicativo no vendría nada mal. Así se enterarían de que la inscripción de la fuente se refiere al traslado del Apóstol.

El Camino del Sudeste no pasa por la localidad de Lestedo, sino cerca de ella. En el restaurante Vía da Prata reconocen que no se desvían muchos. «Estamos moi preto de Santiago e os peregrinos queren chegar… Home, sempre ha algún, pero moi poucos», afirman. En Lestedo se mantienen en pie un par de señales del Camiño Miñoto, el enésimo intento de dar visibilidad al enésimo camino que aspira a ser reconocido, pero nadie sabe qué significan en realidad.

Los bosques van a ir quedando atrás, y son sustituidos por pistas de asfalto estrechas, sin apenas circulación, de nuevo bien señalizados los cruces y con muy escasas muestras de feísmo. El paisaje, mucho más antropizado, no resulta en absoluto desagradable: casas con jardín, pequeñas huertas, algún bosquete a la diestra… un caminar plácido.

El único punto negro se encuentra en A Susana, como quien dice a las puertas del destino: ahí no queda otro remedio que cruzar de manera arriesgada la carretera nacional, aunque resulta difícil saber para qué, pues la ruta jacobea describe un arco y vuelve a cruzar la carretera, en esta ocasión por un túnel que sigue a una pequeña área de descanso con mesas. Una vuelta innecesaria del todo, y peligrosa. Un zigzag constante acerca al peregrino, que aún va a meterse en medio de un bosque de notable alto, el cual remata con la autopista encima.

Y la entrada a Compostela, sin duda la mejor de todos los caminos: por la Calzada del Sar, una maravilla que debe ser preservada de obras innecesarias y coches, a los que hay que dar otra posibilidad. Pero su aparcamiento ahí no debería tener futuro. Por el bien de toda la ciudad.

Un albergue púbico, otro privado y una casa de turismo rural

A la Casa do Casal, en Lestedo y de turismo rural, se unen en este tramo del Camino del Sudeste dos albergues. Uno de ellos, el de Vedra, es público, pertenece a la red de la Xunta de Galicia y presenta un diseño muy vanguardista que en absoluto hiere la vista en aquel entorno de eucaliptos y especies autóctonas; tiene sus años, pero no los aparenta. El segundo, Reina Lupa, es privado y desde hace un año abre sus puertas en Deseiro (Boqueixón), y su diseño resulta todo menos estridente: sencillo pero elegante, con dos habitaciones con dos camas y baño y luego literas en otros espacios, ya con baños comunes. Muy acogedor y a escasa distancia de Santiago, y por eso mismo se convierte en lugar ideal para parar cuando se va a llegar por la tarde a Compostela y el peregrino se encontrará con que no tiene sitio para dormir, algo que empezará a suceder en escasas semanas.