Pladur

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña DE BUENA TINTA

SANTIAGO

27 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

No hubo negocio más floreciente en los últimos años que el de los bolardos colocados en las carreteras para reducir la velocidad de los coches. Era ponerlos hoy en una de las autovías gallegas y tener que reponerlos dos semanas después, de tantos que sucumbían ante las maniobras de los conductores. Cada vez que me encontraba uno tirado, no dejaba de pensar en los proveedores del producto haciendo caja. Pasó antes con el césped artificial de los campos de fútbol, con los fabricantes de capachos y con los palets el día en que se convirtieron en un objeto de decoración. Ahora, la gran apuesta para los emprendedores es el pladur. En Marea fue en eso precursora. Roto el grupo parlamentario, ya solo queda hacer oficial la escisión dividiendo físicamente en dos su famoso «espazo común» con láminas de pladur. Pero no será más que el principio. Sin abandonar la política, el pladur puede ser la gran solución de Albert Rivera para separarse de Valls, de Toni Roldán y de Javier Nart. También para hacer visible su cordón sanitario con Sánchez. Y sin tener que ir muy lejos, el pladur dividiría claramente a los antitaurinos de los defensores de la fiesta nacional, a los constitucionalistas de los separatistas, a los prorrusos de los proamericanos, a los nacionalistas de los apátridas, a los homosexuales de los heterosexuales, a los zurdos de los diestros, a los de Netflix de los de HBO, a los niños de las niñas y a los del Madrid de los del Barça. El pladur pondrá a cada uno en su sitio, le etiquetará, le ayudará a tomar partido y le protegerá del contrario y del distinto. Porque lo de andar unidos, y sobre todo unidas, está muy sobrevalorado.