Olé y olé

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña DE BUENA TINTA

SANTIAGO

08 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo una amiga que en los años de crianza de sus hijos se levantaba a las siete de la mañana, igual que su marido, e iba ya por el pasillo aprovechando tiempo y trayecto para adelantar la intendencia diaria mientras él se preparaba un suculento café y lo saboreaba con deleite mirando al mar desde la ventana. Mi amiga nunca me lo contó, pero estoy segura de que cuando volvía a casa después del trabajo, su familia le extendía la alfombra roja y la colmaba de regalos por tan grandes hazañas. Lo mismo que a las demás mujeres trabajadoras de este país, a las que sus compañeros les hacen la ola cuando se sientan ante el ordenador después de dejar la comida a medio preparar, y a última hora de la tarde las animan como a los grandes toreros con gritos de olé y olé cuando salen apresuradas para llegar a casa a tiempo de preparar la cena y acostar a las criaturas. Y al día siguiente, vuelta a empezar. Yo nunca lo vi, pero supongo que será así porque sí he sido testigo de cómo los hombres abandonan la oficina orgullosos, presumiendo de padres modernos que se marchan antes que los demás para bañar a sus hijos. Y a ellos les aplauden a rabiar, por buenos padres, mejores maridos y ciudadanos ejemplares. Por eso no es extraño que a Pablo Iglesias lo vitoreen por esa heroicidad de volver a la primera línea política después de unos meses de valiente sacrificio cuidando a sus retoños. Aunque yo no lo haya leído, estoy segura de que también se lo festejaron a Irene Montero cuando regresó de su baja maternal. Me imagino que a ella la habrán ensalzado, igualmente, en un triunfante cartel para mayor honra de la aguerrida madre. No me cabe duda alguna de que tuvo que haber sido así, porque es de justicia.