Factoría pública

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

03 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La tercera parte de los jóvenes gallegos tienen un motivo laboral para sonreír. Son los que aspiran a ser funcionarios, según diversas encuestas, y ya se sabe que con los sondeos hay que ser prudente, aunque en este caso el sentido común indica que pueden estar en lo cierto o incluso quedarse cortos. Porque, no nos engañemos, a cualquiera, cuando le preguntan si prefiere ser emprendedor, empleado de una empresa privada o funcionario, lo que le mola es decir «emprendedor» y no luce tanto optar por el empleo público, pues siguen vigentes viejos tópicos asociados a laborear bajo el paraguas de la función pública, como si las fábricas de la administración o de la enseñanza o de la sanidad fueran un despendole con sueldos blindados, «moscosos» para dar y tomar, y un nivel de exigencia relativo. Pues claro que no, en la función pública habrá de todo como en el sector privado, y del nivel de exigencia y compromiso de sus trabajadores da la medida la calidad de los servicios públicos y las brillantes carreras profesionales que ahí se desarrollan. Pero es cierto que en estos tiempos de precariedades laborales y en los que preocupa cada vez más tener bajo control la jornada de trabajo contra los excesos horarios, gana enteros la ambición de ser empleado público. El hecho de que en las academias compostelanas haya casi ¡seis mil matriculados! en estos momentos es una clara demostración de que la factoría pública es la que ofrece mejores expectativas de empleo a medio y largo plazo. En consecuencia, la capital gallega mantendrá un estatus socioeconómico por encima de la media... pero con un endémico déficit de emprendimiento.