Neologismos que molan

María González CON BISTURÍ

SANTIAGO

14 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Veinteañera o treintañera, profesional y preparada aunque con apariencia juvenil, que al explicar su trabajo se calla porque un señor, habitualmente más mayor y muchas veces con traje, cree que describe mejor el problema en el que ella resulta que es experta.

Chico o no tan chico que continuamente interrumpe el discurso de una mujer. Varón de mediana edad que en el transporte público regala a los pasajeros la visión de su entrepierna espatarrada. Señor mayorcete que se choca accidentalmente con las chicas en aceras, entradas y salidas o en el cruce de un semáforo.

Resulta que estas realidades que a todas nos ha pasado al menos una vez y que casi vemos como parte de la cotidianeidad, ahora tienen nombre. Anglicismos son, por supuesto, pero existen, en tanto aquello que no se puede nombrar acaba no existiendo. Además, los términos se han construido en gerundio, dando el sentido de acción a estos desagradables hechos. Se llaman mansplaining, manterruption, manspreading y manslamming. Son nombres tan horrendos pero que tienen un objetivo tan digno que estoy dispuesta a incorporarlos a mi vocabulario. Disculpe, caballero, no te manterrupta. Por favor, señor, no haga manspreading en el vagón del metro que los demás bastante tenemos con ir como sardinas en lata.

Y así, incorporando neologismos que describen una realidad, avanzamos un poquito. Parecerá exagerado, que vamos de modernas o que esto es una moda pasajera. Pero seguro que nuestras abuelas o madres pensaron lo mismo cuando alguien dijo por primera vez, esto es machismo.