Móviles

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor ENTRE LÍNEAS

SANTIAGO

31 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

He visto el último anuncio de la Dirección General de Tráfico (DGT) para concienciar sobre las imprudencias al volante que tantas vidas nos cuestan. Cada vez más desde los últimos cuatro años. El spot es duro. Brutal. Tanto, como la vida misma. En la línea del que hizo este año la Policía Local de Santiago y que fue visionado en todos los institutos de la ciudad. Tanto el estatal como el local lanzan el mismo mensaje: mostrar con toda crudeza cuáles son las consecuencias de no tomarse en serio el riesgo que suponen determinadas actitudes cuando uno se pone al volante. Por supuesto, beber alcohol o tomar drogas, pero aún más -porque afecta al 100 % de la población- usar el dichoso móvil cuando se conduce. Como conductor lo veo a diario. El coche de delante va demasiado lento, o se vence hacia tu carril y hace extraños y, cuando le rebasas, ves a un tipo o una tipa hablando por el teléfono. En el mejor de los casos, porque los hay tan osados que hasta se arriesgan -nos arriesgan- y wasapean en marcha. Hace falta muy poco, un microsegundo, para abrazar la tragedia. Para quedar impedido de por vida. Para morir. Para que le tengan que decir a tu mujer y a tus hijos que has muerto. Para que unos padres entierren a su hijo. Para que esos padres sean los del peatón al que atropellaste, los del conductor contra el que te estrellaste. Para sobrevivir y acabar juzgado y condenado. Arruinado porque el seguro te cobrará a ti todos los desperfectos materiales causados y la responsabilidad civil de tu imprudencia. Y es cierto que nada puede pagar una vida segada. Pero ese nada es un todo cuando eres tú el que tiene que pagarla. Hagan caso. Dejen en paz el móvil. Puede ser la mismísima muerte la que llame.