No puede decirse que la concejala de Política Social de Santiago, Concha Fernández, pueda presumir mucho de cómo maneja la cartera que le confió el alcalde. Al menos en lo que respecta a los graves problemas que existen en O Toural. Todo comenzó con la acampada que montaron Manuel, Sara y Félix, tres personas sinhogar, alcohólicas y drogodependientes. Era evidente que sus vidas estaban en grave riesgo por sus adicciones, pero ella prefirió no actuar y llamar fascistas a todos los que denunciaban que, además de autodestruirse, estos tres hacían muy difícil la convivencia en la plaza para comerciantes y vecinos. Félix y Sara murieron con el único acompañamiento de la gente de Cáritas y solo entonces en el Concello se decidieron a apoyar la incapacitación de Manuel, que está ahora muy recuperado en un centro. Y ahora está pasando lo mismo con el grupito de alborotadores que se reúne cada día en O Toural. Ante un problema que el Concello no es capaz de solucionar y que ya no es de sinhogarismo, sino más bien de delincuencia -como explicó acertadamente el propio alcalde, Martiño Noriega-, Fernández ha preferido volver a disparar a todo aquel que la critica. Ahora los comerciantes y vecinos que sufren cada día situaciones muy difíciles ya no son solo fascistas, sino que también padecen de aporofobia. Es decir, de rechazo al pobre. Me pregunto si querer construir un centro en el que meter a todas las personas sinhogar de Santiago no es un poco también pecar de aporofobia, porque este es el proyecto que tiene la edila y que va en contra de las tendencias progresistas europeas, que abogan por pisos tutelados, integración y dignidad.