Denís Estévez: «En Agora Ágora intento transmitir al espectador sentimientos de soledad»
SANTIAGO
El fotógrafo muestra en la Fundación Granell su primera incursión en el retrato
14 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Nueve meses de trabajo, desde enero a septiembre de este año, en un cuarto oscuro en la Fundación Eugenio Granell están detrás de Agora Ágora. Un proyecto con el que Denís Estévez (Santiago, 1980) abre una nueva senda en su trayectoria artística al adentrarse por primera vez en el retrato. «Las personas eran una asignatura que tenía pendiente y vi que este era el momento para hacerlo», afirma el fotógrafo. Pero no es un retrato cualquiera. «No me interesaba obtener una persona que fuera reconocible, sino que intentaba reflejar su situación. Al no personalizar las imágenes, consigues abstraer el concepto más allá de la personalidad del fotografiado; va en favor de la idea», añade.
El concepto que subyace en Agora Ágora. Nin caricia, nin mimo para a emoción orixinal fue variando durante un proceso creativo con momentos difíciles. «Al principio quería ser algo activo, más vivaz, pero se convirtió en algo solitario. Ese compartir se transformó en la soledad de la sociedad actual, ese sentirnos apartados dentro de la urbe», destaca. Eso es lo que busca con los retratos desdibujados en los que no se adivina quién posa: «Intento que el espectador vea sentimientos de soledad a través de estas fotografías».
Denís Estévez quiso ceñirse al espacio que le facilitó la Fundación Granell en su primera residencia artística. Eso significó hacer foto de estudio, algo muy alejado de lo que había realizado hasta el momento, puesto que estaba acostumbrado a trabajar en espacios abiertos con paisajes, arquitectura y fotografía de naturaleza -Infinito caduco, su anterior serie, había sido el resultado de tres años pateando ríos de la provincia de A Coruña y Pontevedra-. Y en ese espacio restringido, que transformó en un cuarto oscuro utilizando como iluminación leds, estrobos y un puntero láser, optó por primera vez por adentrarse en el mundo del retrato tras descartar hacer bodegones, naturalezas muertas o composiciones más clásicas.
La veintena de fotografías de Agora Ágora son, la mayoría, resultado de una larga exposición, de varios segundos o incluso de un minuto. La técnica, afirma, quedó supeditada a lo que quería transmitir -«la plasticidad no está solo en una técnica depurada, sino en el camino que quieres recorrer. No hace falta hacer todas las estatuas de mármol, también se puede hacer en madera de pino»-. Denís Estévez tampoco puso condiciones a familiares, amigos o a sí mismo cuando se pusieron ante el objetivo de la cámara. No había ningún guion previo, «era todo improvisación, no había planificación más allá de la iluminación que íbamos a utilizar. Es como el alquimista que mezcla y obtiene algo que le sorprende». A diferencia de su anterior trabajo, Infinito caduco, en esta ocasión, el artista optó por imágenes en blanco y negro. «El color por sí genera bastante bienestar. Al suprimirlo, lo que queda es la forma, el contrapunto de las luces y las sombras. Así, la idea de cada imagen es más concreta», afirma.
Aunque este trabajo supone un cambio de rumbo en su trayectoria, Denís Estévez no lo entiende como una ruptura con la anterior, sino «un punto y seguido. Lo importante es abrir puertas, no cerrarlas». Por eso, le ilusiona cuando alguien le dice que reconoce los rasgos de sus anteriores obras en Agora Ágora. Por el momento, no sabe todavía el rumbo de su próximo proyecto, si volverá al paisaje o seguirá con el retrato. ¿Se ha sentido cómodo en esta nueva faceta? «Sí. Lo que no me siento cómodo es con el retrato que se ve ahora. Hoy en día gana la plasticidad y no la psicología del retratado», afirma. Él entiende que debe primar lo segundo, aunque en este último trabajo realizado no haya sido esa su intención: «Aquí están desdibujados, no me interesaba la persona, sino el ser».