Crea

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

12 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Una entrega de premios siempre es emotivo para muchos: los galardonados, sus familiares, a veces sus amigos… Si es multitudinario, tocan a muchas más lágrimas de alegría per cápita.

Esa será la situación mañana en la Cidade da Cultura a las cinco y media de la tarde con motivo de la entrega de los premios Crea que en los últimos años viene convocando la Dirección Xeral de Xuventude. Pero por encima de los sentimientos y de los (previsibles) discursos, la reflexión que se impone es si los participantes -tanto por su número como por su buen o no buen hacer- son reflejo del país. O sea, si es cierto que viene la juventud mejor preparada de la historia, eslogan que por repetido empieza a perder peso. O si, por el contrario, los avances llevan congénito el síndrome del caracol. La impresión es triple.

En lo que se refiere a la organización, no hay nada que oponer: se ha hecho un buen esfuerzo. En segundo lugar, y en general, el nivel de los trabajos y proyectos desarrollados en las trece especialidades es alto. Más claro: hay gente joven que lo está haciendo muy bien. Y por último, la participación fue mejorable. Siempre es mejorable, claro. Hubo especialidades con overbooking (una manera de decir que se anotaron muchos jóvenes al desafío) y en otras no sumaron legión quienes optaron a premios jugosos.

Todo ello mueve a la reflexión. Lo que no se debe cuestionar es la continuidad de unos premios que cada año ganan prestigio y muestran lo mejor que tiene este país: la élite de su juventud, que -ley de vida- pide paso. Y todo lo anterior está escrito con conocimiento de causa: el firmante formó parte del jurado de una de las especialidades.