Tonecho Lorenzo: «El sentimiento es el motor»

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

Un histórico del Obradoiro con la ilusión intacta

04 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tonecho Lorenzo no necesita presentación en el Obradoiro, por más que esquive los focos. Es de esos aficionados que siempre está aunque no aparezca, y lo saben bien todos cuantos alguna vez le hayan pedido su colaboración para cualquier iniciativa relacionada con el club. Porque amalgama como nadie, conoce los secretos de la suma, finta la resta.

En la década de los setenta lució la camiseta con el número 14, durante siete temporadas: «Me fichó José Manuel Couceiro, cuando estaba en el Bosco. Al final se llevó a cinco más. Aquí la figura era Caldas, un pívot de 1,90 más listo que el hambre».

Ha entrenado en las categorías de base, y tres veces al primer equipo: «En la temporada 82/83, en la última jornada, no había técnico. Jugamos contra el Fórum y dirigimos al equipo Antonio Millán, que era vicepresidente, y yo. En la 89/90, después de Javier Lorenzo, me tocó el partido frente al Prohaci Mallorca, que era líder. Perdimos de uno. Después vino Tim Shea, ganó varios partidos y se fue. Otra vez me tocó, contra el Caja Bilbao. Ya estábamos descendidos. Al descanso ganábamos de doce e Iriarte, el otro entrenador, nos decía que no lo entendía. Acabamos perdiendo de tres».

Ahora disfruta del Obradoiro desde la grada, aunque le pone objeciones al verbo: «Uno solo está tranquilo cuando gana de veinte y queda un minuto. Yo quiero que mi equipo gane siempre. Si es así, te vas a casa contento. Si no, con un bajoncito».

Desde los setenta hasta hoy rescata muchos buenos momentos porque «los malos es mejor dejarlos a un lado». Y los enumera: «El ascenso del año 75. Al siguiente nos jugábamos otra vez el ascenso, en el último partido, ante el Caja Rural de Gran Canaria. Fuimos en chárter, con salida a las 6 de la mañana. Llegamos a las 9, cogimos el autobús y nos fuimos directos al pabellón. Perdimos de dos. En el 84 el Obradoiro logró en Córdoba su primer título, campeón de España de Segunda División. Tampoco me puedo olvidar del primer partido en la ACB, ante el Barcelona, con Sar espléndido. Ni el que aseguró la permanencia, ante el Valencia. Lo comenté para TVG y nada más acabar el encuentro se acercó Corbacho y me mostró la camiseta que llevaba por debajo de la de juego, la mía con el número 14».

Todas son vivencias y éxitos puntuales, por lo que hace un inciso para una reflexión más extendida en el tiempo: «Creo que la temporada en la LEB fue clave para este club, por la cantidad de gente que siguió enganchada y porque se logró el ascenso al primer intento, que no es nada fácil».

Saltos en el tiempo

Dibujando una pirueta en la cronología, de vuelta a los setenta y ochenta para saltar hasta la etapa actual, deja una reflexión que ya firmaba hace unos días otro aficionado del Obradoiro en esta misma sección, Santiago Hernández. Pero va incluso un poco más atrás: «El sentimiento es el motor. Veo la misma simbiosis entre la afición y el club que cuando jugaba, ya en la época del Gimnasio. Siguió en el viejo Sar y la veo en el Multiusos. Lo que se ha perdido es lo de las tortillas, las empanadas y la neblina del tabaco. En aquella pista jugaron Delibasic, Brabender, Fernando Martín... Parece que aún estoy viendo al gran Faustino con un ventilador enorme para combatir la humedad. En los últimos años están pasando por aquí jugadores como Doncic, Navarro, Larkin... Mientras sigamos con los pies en el suelo, con este cuadro técnico y el buen ojo en los fichajes, hay solvencia y futuro».

Al citar nombres propios y pedirle los tres del Obradoiro en la ACB que más le han impactado, sin contar los actuales, se toma su tiempo. Empieza con una reflexión en voz alta: «Salah, Muscala... Es que estuvieron poco tiempo». Se cerciora de que solo pueden ser tres y acaba eligiendo: «Andrés Rodríguez, Oriol Junyent y Pavel Pumprla».

Tonecho Lorenzo no quiere dejar pasar por alto otro episodio que algo tiene que ver en la conservación del sentimiento que irradia Sar: las reuniones de antiguos jugadores. Van 36 seguidas y avisa de que «es algo que no se puede perder nunca».