A vaquiña

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña EL MIRADOR

SANTIAGO

16 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ami tendera de media vida la tengo yo en los altares, porque con sus riquísimas empanadas y sus sabrosos tomates me libra de pasar a dos velas los domingos en los que, por trabajar todo el fin de semana, no puedo ir al súper y la nevera se me queda vacía. Pero sabiendo que es de una aldea cercana y suponiendo que en el día de la madre de todas las fiestas tendría banquete familiar por decreto, di por hecho ayer que había cerrado. Pero no, me equivoqué, y mientras esperaba en la cola para comprar una de sus maravillosas bollas de pan, oí como le decía a un vecino que no tenía prisa, que no fuese a ser que llegase a tiempo para preparar la ensaladilla. Y el hombre le comentaba que, para fiesta, la de Vilamaior, que «hai que ver cantos cartiños lle deixan á santa, que lle levanta as costas ao cura». Mi tendera, que es la que atiende a pesar de que la tienda lleva el nombre de su marido, que a veces también está detrás del mostrador leyendo el periódico, le respondió: «Lástima que non lle vaian os de Facenda». Como pasó en los Milagros de Amil, «que apareceron uns inspectores». Y se quejaba de tener poca fruta del día, «que hoxe como é festivo non houbo quen as trouxera», decía con un marcado reproche. Cogí el pan para dos días, por si acaso hoy, que es san Roque y le pilla cerca de casa, cerraba. Pero entró un cliente y se me adelantó: «Abres mañá?». «Claro -respondió sorprendida con la pregunta-, ata as dúas».

Sobre impuestos, beneficios y rendimiento laboral siguió la conversación. La Asunción de María no fue citada, y san Roque tampoco. Y luego son los catalanes los de «la pela es la pela». En Santiago, «amiguiños si, pero a vaquiña...»