La convivencia

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

13 nov 2016 . Actualizado a las 15:20 h.

La movida compostelana no tiene nada que ver hoy, en cuanto a población noctámbula y decibelios, con la de hace una, dos décadas, cuando la conflictividad desbordaba las rúas del casco histórico y del Ensanche dando lugar a movimientos organizados contra el ruido mientras las autoridades locales se dejaban llevar, en general, por la tolerancia con un sector hostelero de indudable poderío electoral y se inventaban instrumentos, como las «zonas saturadas», de dudosos resultados mientras los expedientes sancionadores acumulaban telarañas. Los vecinos insomnes, agredidos en sus derechos, tenían todas las de perder, y estallaron. Hoy la noche ha menguado; el retroceso universitario y la crisis económica la han encauzado, aunque siguen existiendo áreas de tensión protagonizadas por locales bien conocidos y por hábitos de escaso civismo como las algarabías a las puertas de los pubs entre nubarrones de tabaco. La ciudad está ahora en un momento inmejorable para fijar un marco de convivencia sólido. La norma que lo regule no puede ser modificada a la medida solo de los negocios, y toda flexibilización razonable ha de tener la contrapartida del rigor y la responsabilidad en su cumplimiento. Tampoco puede cocinarse un acuerdo de espaldas a otros sectores implicados directa o indirectamente, en especial los vecinos. Estos son actores principales en ese escenario que se pretende, por lo que, de mantenerse su exclusión, lo que se acuerde estará condenado al fracaso y provocará el rebrote de la conflictividad. Esforzarse en denostar a asociaciones especialmente combativas distrae el objetivo de construir un edificio en el que tienen que caber todos.