Obradoiro blues

Miguel Gómez

SANTIAGO

28 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La banda sonora es un blues descarnado de Tom Waits: «Eh, Obra. Estoy embarazada y vivo en un sucio apartamento con un viejo trombonista que nos quiere a mí y al niño aunque sabe que el bebé no es suyo. He dejado el whisky y las drogas y me acuerdo mucho de ti, todavía canto el Miudiño pero alguien robó mi bufanda.»

Los personajes arrastran una losa y su vida solo cobra sentido agarrada a un pequeño y rutinario detalle (un pinball, un pub, una estación de tren). Oscuros protagonistas que brillan cuando encuentran un compañero, una novia (a veces real, muchas onírica), hasta que un triple se sale del aro y el pinball deja de funcionar, cierra el pub, pierden dos balones y el instant replay señala para el otro lado.

Me gustan las novelas de Haruki Murakami pero no puedo con esta (para qué escribir un libro si bastaba con un tweet: «runtastic, hoy he corrido media hora en 29 minutos»). ¿De qué hablo cuando hablo de perder?

La derrota es una herida que duele más en frío. El domingo es un resfriado, el lunes, cuando llegas al primer entrenamiento, es un virus contagioso que ha mermado tu confianza.

Vuelve a sonar Tom Waits: «Eh, Obra, ¿sabes la verdad? No tengo marido ni toca el trombón y necesito que me prestes dinero para pagarle al abogado, optaré a la condicional el Domingo de Resurrección».