Medidas para evitar un Santiago Arena

Xurxo Melchor CRÓNICA

SANTIAGO

23 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El 17 de diciembre de 1983, a las 4.45 horas, un cortocircuito generó una chispa que prendió unas cortinas en la discoteca Alcalá 20 de Madrid. El aforo del local era de 900 personas, pero allí había muchas más. La mayoría de las salidas de emergencia estaban cerradas. Murieron 81 personas: 31 quemadas, trece intoxicadas y 36 aplastadas. El 15 de marzo de 1992, a las 16.58 horas, en el estadio de fútbol de Sarriá, un energúmeno lanzó dos bengalas con una pistola de señales marítimas. Una de ellas cruzó todo el campo e impactó en el pecho de Guillem Lázaro, arrebatándole la vida a los trece años de edad. El 1 de noviembre del 2012, a las 3.30 horas, cinco chicas van a una fiesta de Halloween en el Madrid Arena. Ellas y otras entre 16.000 y 20.000 personas. El aforo era de 10.000. El resultado es conocido. Había tanta gente que el agobio hizo que muchos, a la vez, quisiesen salir de aquel infierno. En la estampida murieron aquellas cinco jóvenes.

Nunca pasa nada, hasta que pasa. La madrugada del pasado viernes, una operación conjunta de la Policía Nacional y la Policía Local inspeccionó por sorpresa tres locales de ocio nocturno del Ensanche. En el Apolo, que tiene aforo para trescientas personas, había más de mil. En el Metrópolis, con capacidad para 170 personas, había más de trescientas. En el Apolo la puerta de emergencia estaba cerrada. En el Metrópolis obstaculizada por todo tipo de elementos. De haberse producido una emergencia, el escenario para la tragedia estaba servido. Que no haya pasado hasta ahora en Santiago no supone que no pueda pasar. La única forma de evitarlo es que el Concello se ponga las pilas a la hora de controlar a los pubs y discotecas. Sobre todo aquellas en las que se junta mucha gente. No es lo mismo que en un bar de la zona vieja con capacidad para cuarenta personas haya setenta a que en una discoteca situada en un bajo, con accesos intrincados con escaleras de por medio, se junten mil. Los cuerpos de seguridad de la ciudad van a seguir con las inspecciones sorpresa. Falta hace, porque confiar en que los empresarios del mundo de la noche cumplan con las normas es, en muchas ocasiones, creer en los pajaritos preñados. Las policías deben centrarse en comprobar si se superan o no los aforos, pero el Ayuntamiento debe extremar la vigilancia con revisiones técnicas a los establecimientos para garantizar que cumplen las medidas de seguridad. Cuestiones como las salidas de emergencia, la correcta señalización o el funcionamiento de los extintores. Esas cosas que se van dejando porque, total, nunca pasa nada y hay que dejar que la gente haga negocio. Cuestiones que serán por las que preguntemos si algún día tenemos aquí un Santiago Arena.