La crónica de Pepe Alvite en La Voz ensalza el valor de Ricardo Casal, directivo del Iberia, que viajaba sin saberlo en el coche que lo llevaría al otro mundo pero que, antes de perecer, herido de muerte, en un sanatorio de la ciudad, ayudó a evacuar a todos los heridos que pudo. En el accidente murieron también Juan Arcos, el encargado del material que ocupaba plaza sobre el autobús, y Luciano Lafuente, el vecino de Vimianzo que había dejado pagada en A Estrada la carrocería de un coche.
Todos los demás, a excepción de Chucho, resultaron heridos de gravedad, sobre todo con fracturas en brazos y piernas y quemaduras. El superviviente recuerda a un tal Lázaro, «moreno el, forte, o pai tiña o Bar Galicia, chegando ao Banco de Santander». Lázaro sufrió graves quemaduras, pero se recuperó. Santos Barreiro cree que todavía vive, al igual que Zúñiga, al que perdió la pista hace muchos, muchos años.