Donde las visitas animan las tardes

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO

SANTIAGO

XOÁN A. SOLER

Testigo directo | Otra alternativa, los asilos Los 139 inquilinos de la residencia de San Lázaro reciben muestras de afecto de los suyos, sobre todo, los fines de semana

12 jun 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

?a Residencia de la Tercera Edad Mapfre Quavitae de San Lázaro rompe, nada más entrar, con la imagen preconcebida de los asilos. Si algo llama la atención es la luz interior, incluso en un día nublado en la ciudad. Su aspecto se asemeja más al de un hospital, aunque sólo unos minutos de espera son suficientes para igualar la residencia a uno de esos hoteles del Mediterráneo que acogen por estas fechas a grupos organizados de la tercera edad. En San Lázaro hay 152 plazas, de las que 139 están ya ocupadas. No hay ni una sola plaza libre de las 91 públicas. Las privadas tienen un coste de 1.500 euros mensuales. De los residentes, 98 son mujeres y 41 hombres. Sólo hay unos ocho matrimonios. La convivencia, según comentó el director del centro, Jesús Guzmán, «no suele acarrear problemas, algunos roces son normales; tuve el caso de dos mujeres que querían estar juntas y no aceptaron el ofrecimiento de darles una habitación a cada una; pero unos meses después pidieron el cambio por que una no quería ni ver a la otra». En las comidas también se producen algunos conflictos: «Hay una señora que pide comer sin sal y, aunque le hagas la comida sin una pizca de sal, ella se empeña en que la tiene; o el que tiene que comer dieta y el día de los callos pide permiso; se lo das, porque con ochenta años hay que darles una alegría». Durante las mañanas, los residentes casi no tienen tiempo libre, ya que participan voluntariamente en terapias ocupacionales, fisioterapia y gimnasia de mantenimiento. El director del centro apunta que estas actividades tienen «gran aceptación; en algunos casos, hasta están pendientes de que no se les pase la hora para ir de uno a otro». Las tardes, después de comer, son más relajadas. Muchos aprovechan para sestear junto a la televisión, mientras otros echan una partida de cartas. Las visitas de los familiares se concentran fundamentalmente en las jornadas de tarde y en el fin de semana. En este último, el sábado hubo 64 visitantes y el domingo, 80. Cada vez más las familias recurren a las residencias, aunque Guzmán reconoce que «hay que vencer un fuerte sentimiento de culpa; que se es mucho más fuerte en el rural que en la ciudad», reconoce.