Frida y sus circunstancias

La Voz

SANTIAGO

Con tacón de aguja Las exposiciones no atraen a las masas. La de esta pintora sí lo hizo. La repercusión mediática ha tenido que ver en el éxito

26 nov 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

No hay turista que se precie que, además de la comida tópica y el regalo tópico, no visite la exposición tópica. ¿Pero quién va a las muestras de su propia ciudad? Intentando comprobarlo el pasado domingo, en la exposición de Frida Kahlo , resultó que el experimento no era válido. Porque no era representativo. A la exposición de Frida Kahlo va todo el mundo. Parejas intelectuales, grupos de turistas, familias completas con el abuelo, pandillas de jóvenes y visitantes solitarios. La masificación era tal que ni el cerrar las puertas para racionar a la gente funcionó. En cada cuadro o fotografía de la artista mejicana se agolpaban al menos media docena de curiosos. La afluencia de visitantes en la exposición de la Rúa do Vilar era prácticamente idéntica a la de los clientes de la cafetería Airas Nunes . Unos comenzaron por la tarta de chocolate para adentrarse después en el complejo mundo de la Kahlo, y otros prefirieron otear los tres pisos de la exposición y después comentar lo visto delante de un café. Pero un gran porcentaje de los domingueros que paseaban por esa calle entraron en la Fundación Caixa Galicia , lo que revela el gran acierto de la entidad cultural al entender que el arte debe llevarse al corazón de las ciudades. Si el Museo do Pobo Galego estuviese en alguna de las casas señoriales de la Rúa Nova, y el CGAC en el edificio de Correos de O Franco, los compostelanos serían más cultos, o simplemente irían más a estos museos. El gran acierto de la Fundación Caixa Galicia fue ése y otro: la publicidad y su presencia en los medios. El nombre de Frida se paseó por los autobuses urbanos de A Coruña como la fotografía de Carrie en la serie Sexo en Nueva York. Los carteles de su exposición podían verse por todo Santiago y muchos de los visitantes de la muestra vinieron de otras partes de Galicia para ver una exposición que, sin tener conocimientos para valorarla artísticamente, es simplemente pequeña. La vida cultural debería entrar en las calles de Santiago pero debería hacerlo sobre todo desde el casco histórico. En el Ensanche se pasea poco. Se compra y se trabaja, pero es en la zona vieja en donde los ritmos van más lentos. El futuro de estas calles ya lo han comprobado muchos. Desde hosteleros hasta comerciantes. Adolfo Domínguez y Florentino apostaron por ellas frente a las tradicionales calles comerciales del Ensanche de la ciudad. Ahora una entidad bancaria catalana ha tomado una de las míticas esquinas de la rúa do Franco, en la praciña del Bar Orense , para montar otra de sus sucursales. Un gran enclave, pese al riesgo que corren sus cristaleras a partir de las tres de la mañana.