El fin de la prisa

Rocío Fariña Seoane

AL SOL

11 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Al principio, mi vida pasaba como el trazo de un lápiz dibujando, débilmente, como mal borrado con una goma barata, donde siempre quedan restos de letras, pero solo restos.

Pasaba como un relámpago en el cielo, rápido, seco, eléctrico, inquieto, e intrascendente que dura un segundo y se va.

Pasaba como un suspiro, eso que cuando lloras guardas en tu corazón y luego sale y entra cuando tocas tu hueso timo y juega con tu respiración.

Así pasaba, borrosa y veloz, sin más.

Luego llegó la vorágine, la carrera, el ascenso a toda montaña que se pusiera por delante.

Me sumí en un torbellino de estrés y desilusiones, de luchas en batallas perdidas de antemano, de comparaciones, de retos, de bullicio y ruido, de ansia y desesperación, de competir contra mí misma, de vivir como si cada semana fuese la Final de los Juegos Olímpicos.

Arrancaba milisegundos a los segundos, si hubiera habido una pastilla mágica para no gastar horas en dormir, la habría tomado….

Pero llegó un día en que mi cuerpo se bajó de esa vida, y de repente, desperté de un sueño que me había atrapado tanto tiempo, que no recordaba mi vida anterior. No podía moverme, ni soportar los ojos abiertos, ni estar al sol, ni centrarme, tuve que pararlo todo y reiniciar mi vida para poder seguir en ella.

De toda la experiencia aprendí que hay que sanar, aprender a gestionar las emociones y vivir el poder del ahora, con atención plena. Tan fácil parece, y tan difícil es de manejar. La vida está en cada segundo, y cuántos segundos se escaparon sin ni siquiera haberlos notado pasar, cuánto tiempo perdido sobreviviendo en modo automático, en lugar de vivir.

Amemos la vida, vivamos en calma, sin juzgar, agradeciendo y disfrutando de los días que nos regale el universo, y descansemos esta mente occidental que nos tiene agotados con su fuente inagotable de pensamientos encontrados.

Rocío Fariña Seoane. Responsable de finanzas. 36 años. Madrid.