Querida abuela

Remedios Palmeiro Sandoval

AL SOL

08 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La niña escuchaba atentamente la historia que le contaba su abuela. Todos los veranos los pasaba en casa de sus abuelos, pero estar con su abuela era lo que más disfrutaba. Para ella, su abuela era una mujer extraordinaria, llena de encanto, generosidad y muy querida. Era una gran contadora de historias, mezclando partes de su vida con cuentos inventados. Desde siempre, cuando estaba en su casa, dormían juntas. Nunca se planteó por qué no dormía con su abuelo. Era el momento más esperado del día, cuando se acostaba en su cama, en un colchón relleno de hojas secas de las mazorcas de maíz. Se hundía en él y le decía: «Abuela, cuéntame un cuento». Con esas historias que cada noche le contaba, supo que había nacido en una familia media, pero con parientes cercanos de mucho postín, como decía ella, que la llenaban de cariño y caprichos. Que había sido una chica muy guapa, pequeñita de estatura, rellenita, con la piel muy blanca, unos ojos muy azules y el pelo muy negro. Se había casado muy joven y se quedó viuda en poco tiempo. Entonces conoció al abuelo, un hombre viudo con dos niños muy pequeños, la abuela le contó que se enamoró de los niños antes que de él y que nunca quiso tener hijos propios para no restarles cariño.

Aquella noche la niña le dijo: «Abuela, cuéntame la historia de la capa». Y la abuela se la contó una vez más.

-Mi madre me había apuntado a un taller de costura que estaba a unas calles de casa y cada día iba allí con un grupo de amigas. El taller estaba cerca de una residencia de estudiantes y cada vez que pasábamos por delante los estudiantes salían a las ventanas a piropearnos. Un día uno de los estudiantes bajó a la calle al pasar nosotras, siempre íbamos cantando, nos gustaba mucho la zarzuela y todas decían que yo tenía una bonita voz. El estudiante se acercó a mí y con un movimiento de su brazo se quitó la capa que llevaba y la tiró al suelo.

-¿Una capa, abuela?

-Sí, mi linda, en aquellos tiempos era una de las prendas de vestir más populares en los hombres. Como te decía, echó su capa en el suelo y me dijo: «Pisa, morena». Todas mis amigas se echaron a reír. Yo, muy avergonzada, rodeé la capa y seguí andando con ellas tras los piropos de todos los estudiantes. En esa época estaba de moda un pasodoble que decía: «Pisa, morena, pisa con garbo…». Un día, el chico volvió a bajar, extendió de nuevo su capa en el suelo y otra vez me dijo: «Pisa, morena». Entonces yo, jaleada por mis amigas, pasé por encima de la capa y todos los amigos que estaban en las ventanas se pusieron a cantar la popular canción: «Pisa, morena, pisa con garbo, que un relicario te voy a dar». Fue un momento muy alegre, ninguno sospechaba lo mucho que íbamos a sufrir unos años después con la terrible guerra que se iba a declarar, pero esta es otra historia, te la contaré otro día. Ahora a dormir, mi linda.

La niña se abrazó a su abuela y puso la cabeza en su hombro.

-Qué feliz estoy a tu lado, querida abuela.

Remedios Palmeiro Sandoval. Enfermera. 67 años. A Coruña.