El lugar donde las ratas al fin dejaron de dar «sustos de morte»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

cedida

Vecinos y verduleras cuentan que unos técnicos pusieron veneno para acabar con la plaga de roedores. Lo lograron

21 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace tan solo un mes, los ratas poblaban los accesos peatonales al campo universitario de Pontevedra. Los roedores habían hecho madrigueras en los agujeros del muro del Pazo da Cultura -frente al pabellón de deportes- y no dejaban de dar «sustos de morte» a quienes pasaban por allí, tal y como contaban ayer las verduleras que venden en este entorno y que, según indican, ya estaban acostumbradas a convivir con estos animales. La Voz se hizo eco de la plaga y de la desesperación vecinal. Y unos días después unos técnicos acudieron a la zona -y regresaron en distintas ocasiones más- para colocar veneno e intentar acabar con las ratas. Parece que lo lograron. Lo dicen los vecinos y las verduleras y se comprueba al visitar la zona, ya que si antes sobraban cinco minutos para ver aparecer los bigotes de tres o cuatro ratones, ayer en media hora ninguno había asomado la cabeza por el muro en cuestión.

Las verduleras son las guardianas del entorno del Pazo da Cultura. Ellas están allí día tras día y ellas comprobaron cómo las ratas fueron desaparecieron. Dicen que, antes de hacerlo, lo habitual es que se contasen los sustos al por mayor. «Os rapaces que pasaban para a Universidade levaban cada susto... as ratas saían a cada paso e ata subían ás árbores. Eu non lles tiña medo, pero é certo que ás veces impoñían, sobre todo cando se subían ás árbores, menos mal que acabaron con elas», decía ayer Susa, una de las vendedoras.

¿Acabaron todos los problemas del entorno tras el fin de la plaga de roedores? No. Las vendedoras se quejan, sobre todo, de que la zona donde están parece un lodazal en cuanto caen dos gotas de agua. Y algo parecido cuentan dos jóvenes que regresan de la escuela de idiomas por la zona de tierra pegada al Pazo da Cultura, por la avenida de Compostela. «La verdad es que esto se llena de charcos enseguida, no es muy normal poner tierra aquí con lo que llueve», dicen.

Lo cierto es que, dado que se trata del acceso peatonal al campus universitario, el tránsito por al zona es enorme. Una pandilla que regresa de las clases en una facultad opina del entorno: «Está muy descuidado, se necesitaría un poco más de limpieza». Hablan así y señalan hacia un par de papeleras a rebosar, algunos papeles y botellas desparramados por el suelo y también hacia restos de plásticos, posiblemente del mercadillo de los sábados, que se quedaron atrapados en alguna que otra rama.

La zona también es un punto neurálgico de conductores a la caza y captura de aparcamientos. En el entorno hay dos estacionamientos disuasorios importantes: el que está ubicado en el propio pazo y el de enfrente, plagado también de charcos y convertido en lodazal. Al tránsito de pilotos en busca de plaza y universitarios que van y vienen también hay que sumarle los vecinos que pasean los perros por el entorno, que son bastantes. «Es un sitio tranquilo para traer el perro», apostilla una mujer.