«En Cuba ofrecían el lazareto de Tambo para las cuarentenas»

Alfredo López Penide
López Penide POIO / LA VOZ

POIO

LÓPEZ PENIDE

El autor donó a la Casa Museo de Colón en Poio un ejemplar de Veleros en el tráfico marítimo con Cuba (1800-1900)

03 mar 2017 . Actualizado a las 11:44 h.

Hace doce años, cuando estaba dando los últimos retoques a un libro sobre la Compañía Trasatlántica, Lino J. Pazos se topó con la relación que en el siglo XIX mantenía la Península con Cuba, «una provincia más de España». «Expurgando mucha prensa del momento, sobre todo la editada en Cuba y en México, de las Bahamas, de Estados Unidos, la española y estudiando el Archivo de Ultramar de España, poco a poco, se fue dando forma a Veleros en el tráfico marítimo con Cuba (1800-1900)», uno de cuyos ejemplares fue donado ayer a la Casa Museo de Colón en Poio.

-¿Por qué los veleros?

-Sobre los vapores hay ya algún otro trabajo y sobre los veleros no había ninguno hasta este momento. Sus capitanes eran algo asombroso. En caso de temporales, no podían valerse más que de su instinto y de su valía. Tenemos barcos desde diez toneladas hasta 1.500. Hay anécdotas que ponen los pelos de punta. Eran viajes de entre treinta y 180 días, mientras que en vapor eran quince días. Es muy curioso lo que tenían que cargar de vituallas... Media docena de vacas, cuarenta corderos, cuatrocientas gallinas... Toda la popa, sobrecubierta, iba llena de jaulas con animales y cuando había temporales perdían muchas de estas jaulas.

-¿Cuál era el tráfico principal con la isla?

-Se exportaba, sobre todo, harina del Cantábrico. Salían de Santander y solían recalar en A Coruña. Luego había todo lo del mineral de hierro de Bilbao; de A Coruña y Vigo salía el correo y productos del país, como vino del Ribeiro, patatas o cebollas y mucha salazón; de Canarias, productos del campo; de Cataluña, los textiles... Y de allí nos traíamos azúcar, sobre todo, pero también café, madera de cedro... Se habla del Líbano, pero la isla era un verdadero vergel de cedro. También cobre viejo por la cantidad de accidentes que había, era de los forros de los barcos que naufragaban. En el libro se recogen como mil naufragios.

-¿Es en este punto donde surge la importancia de Tambo?

-Sí. Se ha menospreciado el lazareto de Tambo, en Poio, frente al de San Simón, pero en la prensa cubana, sobre todo en el Diario de la Marina, encontramos referencias muy puntuales que, en lugar de San Simón, ofrecían Tambo para las cuarentenas. Posiblemente fuera por el precio, pero aún no lo tenemos muy claro. Encontramos un movimiento que hasta este momento nadie lo había estudiado.

-Entiendo que son los buques que transportaban personas.

-No solo, porque la mercancía también tenía que pasar la cuarentena, pero los que iban a La Habana la pasaban también. De hecho, cuando publiqué mi primer libro, Recordando a Thalavo, hacía referencia a un buque de guerra, creo que era el Santa Isabel, que transportaba durante la Guerra de Cuba alrededor de 1.300 personas y hubo que meterlas en la isla de Tambo.

-¿Dónde se puede encontrar este libro?

-En librerías especializadas y, en el caso de Pontevedra, en Náutica Gamela, así como en Internet.