Mari se jubila tras 50 años haciendo los mejores calamares de las Rías Baixas: «Ahora tendré tiempo de ir a bailar con mis amigas»

MARÍN

Mari Carmen Souto se jubila tras 50 años trabajando en el bar Umia
Mari Carmen Souto se jubila tras 50 años trabajando en el bar Umia Ramón Leiro

La cocinera del histórico Bar Umia de Marín popularizó los platos tradicionales del único local en el que trabajó

05 oct 2023 . Actualizado a las 18:34 h.

Mari Carmen está en la cocina. Es bien temprano en el Bar Umia, pero ya sale una de las primeras tortillas de la mañana. Sonríe con la energía de quien acaba de llegar de las vacaciones, pero en su caso ese brillo en los ojos y las carcajadas son de emoción. Hoy lunes es su último día. Se jubila después de 50 años en la cocina de este histórico local de Marín. Tiene 65 años y recuerda como si fuese ayer cuando con 15 empezó a trabajar detrás del mostrador. En la misma cocina de la que hoy se despedirá. «Es mi último día, esto es un barco en tierra, no puedes ir a bodas, no hay comidas familiares, ni fiesta. Y a mí me gusta mucho. Ahora podré ir a bailar con mis amigas», explica Mari Carmen Souto Pazos, sentada en una mesa azul al fondo de un local, que pese a ser las diez de la mañana ya está preparado para dar el servicio de comidas. «Me han dicho que hay una discoteca que se llama Bolero», sonríe. Pero además de bailar, piensa en el gimnasio, pasear y viajar todo lo que no pudo en este medio siglo en el Umia. Eso sí, reconoce que disfrutó cada uno de los 50 años que lleva trabajando.

No hay lágrimas, ni nostalgia, sino muchas risas de despedida. «Estaba muy mentalizada de que con 65 años iba a dejar de trabajar», recalca. Ella colgará hoy el mandil y ese pañuelo de colores que le recoge el pelo. El Bar Umia también cerrará durante un mes. Comienza las vacaciones y cuando regresen, será ya sin Mari Carmen. «Yo me voy, pero el Umia seguirá siendo el Umia. Somos un equipo que llevamos tiempo trabajando», recalca la reina de los calamares. En la terraza del bar no se habla de otra cosa, pero tampoco en la barra, donde proveedores y clientes pasan a saludarla. «Ya le llevaré unas empanadillas a tu hija», dice con cariño a uno de esos habituales que dan fama a una de las casa de comida históricas de las Rías Baixas que lleva sirviendo sus platos tradicionales desde 1970.

Ella se unió al Umia, en la calle Almuiña de Marín, a los tres años de abrir. El jefe, Feliciano Rodiño, le comentó a la madre de Mari si conocía a alguien para trabajar en la cocina. Y ella pensó en esta mujer que hoy se jubila, pero que por entonces era una cría de 15 años a la que no le gustaba mucho estudiar. Tampoco se veía apañando la cosecha. «No quería ir a las fincas y esta era una buena salida. Empecé por las mañanas solo, me levantaba a las seis y media para llegar desde Santo Tomé al centro de Marín. Solo tres años después, en cuanto cumplió los 18, se sacó el carné y buscó un coche. «Lo recuerdo perfectamente, me compré un Seat 127. De segunda mano costaba 125.000 pesetas y uno nuevo 170.000. Con la ayuda de mi abuelo y mi padre, completé lo que necesitaba», dice con una sonrisa Mari. El jefe fue enseñándole a cocinar poco a poco. Había vivido en Suiza y Uruguay y regresó a Galicia para emprender en el mismo bajo en el que hoy está el Umia. 

Mari dejará hoy su «oficina» sin recuerdos negativos. Esa vitalidad que irradia le hace ver la parte bonita de una vida de sacrificio que la hacía trabajar casi todo el día. «Hace unos años salía de aquí sobre las cinco, descansaba 20 minutitos y me iba a Pontevedra a pasear a mi padre que estaba en la residencia Soremay. Antes de volver al trabajo, iba un ratito al gimnasio», recuerda para dar muestras de esa energía que no apaga ni este lunes de octubre. El martes tendrá una comida con sus compañeros, ellos empiezan el mes de vacaciones y ella la jubilación. «Ellos volverán, están más que preparados. Yo echaré de menos a la gente», reconoce Mari, que siente que el resto de la plantilla es su otra familia. Hace memoria y no se olvida de un cliente que lleva desde los tres años acudiendo al Bar Umia: «Venía con su padre y entraba en la cocina para decirme que quería 'la tortilla de papá'. Ahora viene con sus dos hijos». Este es más que un ejemplo de lo que significa el Umia en Marín. «En estos 50 años cumplí lo que yo quería, la gente me valora y me respeta. Eso es lo que me queda», recalca Mari Carmen, que dice con humor «se acabó la 'gozadera'».