Quince años del agosto negro de Galicia

Alex g. fernández / m.g. PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Imagen del monte quemado después del primer día de lluvias en 2006
Imagen del monte quemado después del primer día de lluvias en 2006 MARTINA MISER

Pontevedra se llevó la peor parte en los fuegos forestales que arrasaron más de 92.000 hectáreas en Galicia en el año 2006. Su virulencia quedó marcada en el recuerdo de las personas que los combatieron

17 ago 2021 . Actualizado a las 08:15 h.

Pontevedra arde. El verano del 2006 es un recuerdo amargo en la historia reciente de Galicia. En agosto de ese año se vivió durante doce días una oleada de fuegos que arrasaron con todo. Los incendios forestales del 2006 afectaron a toda Galicia, pero la provincia más afectada, con diferencia, fue Pontevedra. Según el recuento del CSIC, se quemaron 43.000 hectáreas y tanto la ciudad de Pontevedra, como Vigo y Vilagarcía se vieron cercadas por espesas columnas de humo.

Las llamas arrasaron con todo a su paso. Montes, animales, coches, casas y cuatro vidas humanas se perdieron en este desastre que no fue natural. Los montes quedaron reducidos a cenizas y hasta la pesca y el marisqueo sufrieron las consecuencias de unos incendios que fueron intencionados.

Los primeros se declararon en la provincia el jueves 3 de agosto. En la comarca de Pontevedra las llamas comenzaron al mediodía del día siguiente. Ese viernes la situación empezó a ponerse seria de verdad. La Voz de Galicia calificó lo sucedido como «la jornada de incendios más virulenta en lo que va de año». En el entonces concello de Cotobade se originó en seis focos diferentes, y con altas temperaturas y la poca humedad, el fuego se extendió rápidamente. En pocas horas, se había cobrado la vida de dos mujeres. Fallecieron en su coche cuando intentaban atravesar las llamas.

El 7 de agosto, La Voz de Galicia anunciaba que el Ministerio de Defensa mandaría personal militar a Pontevedra para ayudar en la lucha contra los incendios y para vigilar los montes con el fin de encontrar a los pirómanos.

El fuego se extendía por los municipios de la comarca sin que ni los vecinos ni los servicios de emergencia pudieran hacer mucho por frenar su avance. La gente estaba desesperada y el sentimiento de impotencia crecieron entre la población. En Pontevedra mirases por donde mirases lo único que se podía ver era el humo; mientras la ceniza cubría los bosques de la comarca. La densidad del humo era tal que en algunos lugares era difícil respirar, por lo que la gente tenía que ir por la calle con mascarillas o trapos húmedos en la cara.

En la crónica de esas jornadas, se narró día a día el avance de las llamas. El fuego llegó incluso a estar a las puertas de la ciudad de Pontevedra. Los vecinos de las parroquias de Xeve y Lérez observaban desesperados cómo las llamas se acercaban cada vez más a sus casas y cómo los bomberos intentaban frenarlo.

No pasaba solo en Pontevedra. La situación en Galicia llegó a ser insostenible. Hubo que pedir ayuda para controlar los incendios. Madrid, Castilla La Mancha y Asturias fueron algunas de las comunidades que mandaron bomberos y guardias forestales para sumarse al operativo gallego que luchaba contra las llamas. Además Portugal, Francia, Italia y Marruecos también mandaron ayuda.

A medida que pasaban los días aparecían nuevos focos de incendios intencionados. El 8 de agosto la ciudad de Pontevedra estaba rodeada. En todas las parroquias, los servicios de emergencia luchaban de forma incansable para sofocar las llamas. Los vecinos no se quedaron con los brazos cruzados y miles de voluntarios se unieron a los bomberos para trabajar junto en las tareas de extinción del incendio.

Nada parecía ser suficiente. Cada vez que se controlaba un fuego aparecían más. En Pontevedra, se intervino en las parroquias de Campañó, Bora, Marcón y Verducido. Los vecinos municipios de Ponte Caldelas, Poio y Marín se vieron afectados. Hasta en Sanxenxo se enfrentaron a las llamas. Cuando por fin se consiguió extinguir los diferentes frentes, buena parte de la comarca de Pontevedra había quedado arrasada.

Vigo y Arousa

Tanto Vilagarcía de Arousa como la ciudad de Vigo se vieron también rodeadas por las llamas. En Vilaboa, la intensidad del humo y la ceniza obligaron a que se tuviera que interrumpir el tránsito de vehículos en al menos un tramo de la autopista AP-9. La gran cantidad de humo y cenizas de los incendios provocaron que la circulación por el puente de Rande se complicara durante varias horas. Los fuegos forestales se concentraron sobre todo en las comarcas de O Morrazo y O Salnés donde muchos montes quedaron arrasados. La provincia sufrió mucho ese verano del 2006. Las grandes masas boscosas fueron las más afectadas. Después vinieron las lluvias del otoño. Con ellas las cenizas de los montes, empujadas por los ríos, acabaron en el mar, y el marisqueo y la pesca sufrieron las consecuencias.

En medio de aquel agosto de tierra quemada, y como ya había pasado en el 2002 con la marea negra del Prestige la contribución de la sociedad civil fue vital para plantarle cara a las llamas y evitar que la tragedia hubiese sido peor.