La vuelta a clase más «guerrilleira»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

La semipresencialidad y el covid marcan el inicio más duro para los jóvenes

04 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Estos once alumnos del Sánchez Cantón nunca pensaron que la vuelta a las aulas después de seis meses en casa sería así, tan «guerrilleira». Acompañan a sus padres en una lucha por la presencialidad y dentro de las aulas viven una nueva normalidad con los tiempos y las distancias milimetradas. Se adaptan. «A la mascarilla te acostumbras, eso no es lo peor», comenta Lidia Barba. Son jóvenes, tienen entre 15 y 17 años y reconocen que aunque a veces les cuesta, huyen de ese estereotipo que los pone en el punto de mira de la dejadez en la prevención del covid. «Nuestra abuela vive con nosotros y sabemos que esto es importante, la llevamos siempre», apunta Paula López. Cursa segundo de bachiller en el Sánchez Cantón y es la mayor de tres hermanos. Junto a ella están Nuria y Jorge, que cursan tercer y cuarto de la ESO, respectivamente.

Coinciden con su hermana en el uso de la mascarilla, pero saben que la distancia social desaparece cuando están en la calle. «En el instituto cuando nos olvidamos y nos juntamos un poco, nos avisan los profesores», señala. «A nosotros nos recuerdan en casa que estemos siempre con el mismo grupo de amigos para evitar riesgos», señalan casi al unísono Mario Suárez, Iago Rivas, Pablo Lorenzo y Jacobo López.

Ellos también están en primero de bachiller en un instituto donde la semipresencialidad se ha convertido en el caballo de batalla para las familias con hijos en estos cursos. «Tenemos solo 15 clases de 32 y hay semanas en las que coincide que no tenemos una asignatura como matemáticas», advierte Paula. Y es que segundo y primero de bachiller tienen clase presencial de 15.30 a 18.30 una semana y la siguiente de 18.30 a 21.30 horas. La idea es que las horas que no estén en clase, completen en casa el horario lectivo. «El resto se supone que tenemos que trabajar por videoconferencia», explica. «Alguno nos dice que de forma puntual se podría dar la clase por streaming, pero no siempre. Otros están más implicados en esta nueva forma de trabajar», comenta Lucía Coladas, de primero de bachiller, que este jueves acudió acompañada de su abuela a una protesta de las familias en Reina Victoria.

La semipresencialidad ha levantado en armas a la comunidad educativa, que ve una desventaja respecto a alumnos de otros centros. Educación solo envío a 22 docentes de refuerzo de los 39 que pidió el centro. «Y siempre falta algún profesor y nos van cambiando horarios», reconoce Jorge López, mientras el resto asienten.

Pero esta vuelta a la normalidad no solo está condicionada por la semipresencialidad. Estos jóvenes de entre 15 y 17 años se han adaptado a una forma de vivir . Y de disfrutar dentro de las normas. Sin reproches ni contradicciones. Ya poco queda de ese instituto en el que llegaban y charlaban en los pasillos. Ahora eso está solo en su recuerdo. El covid ha impuesto unas reglas de juego para este curso y ha tirado por tierra la importancia de las relaciones sociales en esta edad. «Ojalá nos pudiesen decir en diciembre que todo se acaba, pero durará», dice Eduardo Rejo, de primero de bachiller. Cuando cruzan la puerta del Sánchez Cantón el camino es seguro. Unas líneas para ir y otras para volver. «Nos dicen por dónde podemos ir hasta la clase y al llegar nos sentamos», apunta Nuria López. Una vez entran en el aula, ya no pueden salir ni moverse por ella. «Lo único que podemos es ponernos de pie en nuestros sitio y estirarnos, pero nada más, salvo que la profesora nos indique que vayamos a apagar la luz o abrir la ventana», destaca. Hasta los docentes acuden a clase a buscarlos cuando se tienen que cambiar de aula para reducir las posibilidades de contacto entre ellos. Ya no comparten recreos todos juntos, como pasa en los colegios de primaria, y el Concello de Pontevedra ha peatonalizado Reina Victoria para que ganen en espacio para esparcirse a la hora de entrar y salir.

La vida de estos chavales se metió en una especie de coctelera hace unas semanas. Las clases han pasado al turno de tarde y las actividades extraescolares, como deporte, inglés y música, vitales para su desarrollo como adultos, están en el aire. «Todavía no hemos empezado a entrenar, pero el club está buscando la forma de hacerlo», señalan algunos de ellos, que practican fútbol. Sus madres lo corroboran. Alaban la responsabilidad de sus hijos, pero creen que este fórmula improvisada de educación son piedras en el camino de su formación.

Ellos, que viven adaptados a la nueva normalidad, reconocen que «lo primero que haremos cuando nos saquen la mascarilla será irnos de fiesta». Son adolescentes en transición a la juventud y les ha tocado aprender a crecer con un nuevo orden educativo.

Sánchez Cantón y Valle Inclán, los centros más afectados por el desdobles

 

 

Los alumnos de bachiller del Sánchez Cantón están en clases de 15 alumnos y en dos turnos distintos que van a clase en horario de tarde. Acuden a tres clases presenciales al día y el resto tendrían que seguirlas desde casa. No hay streaming y la solución son trabajos, como se hizo durante el confinamiento. El Valle Inclán está en una situación similar. Pero, ¿Cuál es la solución?, ¿llegan estos alumnos en igualdad de condiciones con el resto? Las incógnitas y las preocupaciones de los padres son infinitas. Desde que se aprobó esta semipresencialidad, se han movilizado con frecuencia en busca de una respuesta de la Consellería de Educación. La última fue el pasado miércoles en Reina Victoria, ante la puerta del Sánchez Cantón, aunque también había familias del Valle Inclán. Su única intención es que sus hijos e hijas estén en junio en igualdad de condiciones que los de todos los centros del país.