La verdad es que el asunto este de la mayoría absoluta tiene su morbo y le pone un punto de picante a una campaña que está resultando más tediosa que otra cosa. Salvo el affaire cómic, el sopor en estos primeros días es total. Mitines, actos con colectivos sociales, reparto de papeletas... Juraría que Adolfo Suárez y los suyos ya trufaban las calles con estas cosiñas allá por los ochenta. Pura innovación, oiga. El caso es que, visto lo visto, a esta campaña parece que solo le queda la citada incógnita por despejar: ¿tendrá Fernández Lores todo el poder o no?
No negaré el simbolismo de la gesta, pero a la hora de la verdad, puede que los trece concejales tengan un valor más anecdótico que otra cosa. Con la Ley de Grandes Ciudades en la mano, Lores podría gobernar con doce concejales casi como si tuviese mayoría absoluta, pues las competencias importantes están todas transferidas y el Bloque apenas tendría que hacer un esfuerzo puntual una vez al año para negociar los presupuestos. Con el comodín de prorrogar las cuentas si fallasen las eventuales alianzas.
El resto del panorama entra dentro de lo previsible. El desembarco de Marea y Ciudadanos en el pleno era esperable. Se incardina con ese tsunami de ámbito estatal que ha puesto fin al bipartidismo puro y duro y que anticipa una nueva era política en el ruedo ibérico. ¿Y PP y PSOE? Pues la verdad es que pintan bastos para los de Moreira y Fernández. Los sondeos atribuyen una y otra vez a ambos un desplome acusado. Su esperanza, que las encuestas pinchen como en el Reino Unido. No parece probable.