Tamara y Ana, condenadas a tres años por echar pintura a una piscina, cuentan como se encuentran
22 may 2014 . Actualizado a las 15:53 h.«No me arrepiento porque íbamos en busca de un convenio y no íbamos con la intención de hacer nada malo a nadie». Ana María González y Tamara Vidal, las dos jóvenes pontevedresas condenadas a tres años de prisión por formar parte en el 2010 del piquete en el que se arrojó pintura a la piscina de Pontemuiños, recuerdan cómo la mañana de aquel 8 de febrero participaban en una concentración en el hall del complejo deportivo Rías do Sur cuando «escuchamos ''correr, correr'' y corrimos todos. Parte de esa gente entró dentro de la grada y tiró botes de pintura, y para entrar se tuvo que empujar al gerente», sin que se produjera ningún tipo de lesión.
Tamara, embarazada de unos pocos meses, no duda en aclarar que la pena impuesta no es por arrojar el colorante, sino que «nos meten tres años de prisión porque se dice que formamos parte de un grupo que sabía a lo que iba, cómo si fuésemos una banda. Nos cogieron a nosotras porque yo trabajé allí y a Ana le tomaron la matrícula del coche, pero en el juicio nadie dice que la conoce. Al decir que está conmigo, automáticamente quedó incluida en el paquete».
A la espera de las vueltas que pueda dar su caso, tanto Tamara como Ana ya se han imaginado lo que puede suponer su ingreso en prisión. «Ya hice proyectos y lo que tengo claro es que no voy a tirar el dinero de los españoles. Voy a aprovechar todos los cursos que haya, voy a estudiar que es lo que me gusta y si quiere la gente que haya allí les daremos clase de gimnasia. No podemos estarnos quietas», remarca Ana, mientras su amiga confiesa que, en ningún momento, se les paso por la cabeza que pudiera caerles la pena que impuso la Audiencia.
«Contábamos que, como mal mayor, nos pusieran los seis meses [de la condena inicial], pero cuando me llama Ana y me dice que son tres años y que tenemos que entrar un año... Fue muy duro y yo embarazado. Quieres disfrutar de esto, pero, en el fondo, no puedes porque no sabes donde vas a estar dentro de tres meses», precisa Tamara. Reconocen que, al principio, el futuro se veía muy negro, pero sí hay algo que les ilumina el rostro es ver el apoyo que les transmite la sociedad. Por lo pronto, ayer, lograron el compromiso del alcalde de Pontevedra de llevar al pleno una moción exigiendo su indulto, así como también han conseguido el apoyo de la regidora de Marín.
Ninguna se imaginaba la repercusión que iba a tener su caso -más de 63.500 personas han suscrito la petición a través de Change.org-, pero les queda un cierto poso de amargura al entender que ambas han sido criminalizas por defender sus derechos como trabajadoras. «Ahora mismo, somos delincuentes», sostiene Tamara, mientras su amiga apostilla que «me siento delincuente. Hay gente que te hace sentir así. Pueden pensar mil cosas porque tienes dos sentencias en contra. "Chicas, algo habréis hecho". Llega un momento en el que te planteas que soy lo peor».
Frente a estas voces, un parte muy mayoritaria, «cansada de lo que está cayendo en el país nos ven y dicen "pero, ¿qué es esto?". Es una forma de decirnos: ellos que digan lo que quieran, que tenéis nuestro cariño», concluyeron al respecto.