Aquella primera sesión de 1897

maría conde PONTEVEDRA / AGENCIA

PONTEVEDRA

RAMON LEIRO

«No confundirse con otros aparatos». El verdadero cinematógrafo Lumière se presentó en el Teatro de Pontevedra hace ya 116 años

12 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Una peseta y cincuenta céntimos. Ese fue el precio que pagaron los pontevedreses que se sentaron en las butacas con entrada del Teatro Principal el 17 de abril de 1897 para contemplar con sus propios ojos lo que entonces era «la maravilla del siglo, el espectáculo de más atractivo o fotografía animada». Cuatro funciones sirvieron para dar a conocer a los habitantes de la ciudad del Lérez el cinematógrafo Lumière. Sí, sí, «no confundirse con los aparatos presentados hasta hoy», decía el cartel anunciador. Porque la presentación del verdadero cinematógrafo es el que convirtió a Pontevedra en la segunda ciudad gallega y quinta española en observar el fantástico invento.

El investigador y productor Carlos Aurelio López Piñeiro describe los prolegómenos y las consecuencias de aquel hito en su libro O nacemento dunha cidade. A implantación do cine en Pontevedra. Cuando se cumple el 116 aniversario de aquel momento cumbre, es cuando Pontevedra puede también pasar a la historia como la primera gran ciudad gallega en quedarse sin gran pantalla.

A pesar de que, como dice en su trabajo López Piñeiro, los precios eran muy elevados para la época (de los 50 céntimos de general se llegaba a las 5 pesetas en proscenios de platea), el éxito «foi rotundo» y las proyecciones se mantuvieron nueve días en cartel. Se trataba de escenas de un minuto, entre ellas las tituladas Duelo a muerte, Jardinero sorprendido, Borrasca en el mar o Carnaval en París. Eso sí, los precios se rebajaron para que, como decía la prensa local, «todas las clases sociales puedan admirar el cinematógrafo».

Una década más tarde de aquel espectáculo, el cine ya se había ido asentando en la ciudad con proyecciones más o menos estables. El mismo teatro fue escenario en 1916 por ejemplo, del pase de la primera película rodada en la ciudad, Miss Ledya, en la que aparecía Castelao, y mantendría la actividad cinematográfica hasta el incendio de 1980. «Foi a primeira e mellor escola da vida para moitos de nós -dice Piñeiro-ás costas de sacrificar varias horas de clases e pasantías, e moitos patacóns, para xuntar esforzadamente as pesetas que custaban as entradas».

Pero en esos inicios del siglo XX estuviero también el Circo-Teatro, un gran pabellón de madera instalado en los jardines de Las Palmeras, o el Petit-Palais, en lo que hoy es la calle Gutiérrez Mellado, y por supuesto, el Café Moderno y el Méndez Núñez. Como relata Piñeiro, en el primero se estrenó por ejemplo la película protagonizada por la Bella Otero, El otoño del amor, en 1919 y en el segundo, se realizaron sesiones desde 1916. El Ideal Cinema y el Cine Estribela completaron esta primera etapa del cine mudo.

Con la llegada del sonoro, Pontevedra vio también crecer las grandes salas. La primera, el Coliseum, que abrió en 1932 en García Camba, dio paso al cine ya como espectáculo de masas, como ha subrayado Xosé Fortes en la publicación Cen anos de cine en Pontevedra. A esta sala le siguió el Cine Victoria (1943-2002), en la calle Benito Corbal y con capacidad para 1.500 espectadores, y el Malvar (1948-1995), para Fortes, «viña a ser unha versión provinciana da parafernalia de Hollywood».

El propietario del Coliseum cambió este cine por el moderno Gónviz en el año 1970. Estuvo abierto hasta el 2001, en que el empuje de los multicines de Vialia empezó a tambalear la oferta de salas existente por entonces y que incluía a este cine, el Victoria, y los minicines ABC y Fylcines. Hoy, son los Cinebox los que se enfrentan a un final de película.